La fragancia de los tulipanes
Las flores sanan. La belleza de la vida tiene tantos enemigos que pueden
obnubilarla. Lukas Dhont, con su “Close” nos trae esta sutileza, sin más. No
hay concesiones, ni puntos medios, ni excusas para ese mal irremediable llamado
pudor. Los niños pueden ser el foco de desfases sociales que no tienen en
cuenta, por más intentos de mostrar otra cosa, los sentimientos naturales de
los hombres y las mujeres que van cambiando con la madurez de cada una de las
personas. El director no necesita un inmenso presupuesto, en cambio tiene un talento
sutil para crear atmósferas cargadas de sentimientos que se van generando
gradualmente sin romper la continuidad narrativa propia de una buena película.
Ya nos había regalado su admirable “Girl”, que busca indagar en el universo
emocional de los seres humanos, sin más, sin esas miradas de género o de luchas
sexualizadas que a veces apartan a las
historias de su verdadera intencionalidad, esa que explora el corazón humano,
sin apellidos, ni etiquetas, ni conflictos sexistas.
El cineasta belga que apenas cruzó la barrera de los 30 se convierte así en
un director imprescindible, sin el cual, el intento de comprender la evolución
de los jóvenes actuales, en su camino pedregoso por una existencia que
constantemente les pone nuevos impedimentos de expresarse libremente, se vuelve
vano. Esta historia es eso. Remy y Leo son dos mejores amigos que comparten una
serie de experiencias cotidianas que los une cada vez más, hasta que un
comentario casual de una niña, en la secundaria, rompe ese idilio en el que
viven ambos. Leo empieza a evitar a Remy. Este entra en un doloroso estado
depresivo que termina mal. Pero el dolor es transmutable, se incrusta en el
alma de Leo, sin muchas posibilidades de librarlo pronto. El duelo emocional de
aquel jovencito no desaparece, en lugar de ello, persiste, se arraiga en su
mente como si el peso de lidiar con ese sentimiento se hubiera vuelto una
especie de expiación a la cual está atado por las circunstancias precedentes.
La maestría de Dhont consiste en no dejar caer una historia que ya hemos
apreciado antes, tal vez muchas veces, y, consigue no regodearse con un drama
lacrimal, sino, con la sutileza de un artista sensible, que va hilvanando unos
sucesos creíbles, con los tiempos justos, con unas escenas que son necesarias,
con una construcción psicológica coherente, en la cual cada uno de los
personajes se muestra sólido. La madre de Remy, desfoga comprensión y ternura,
condiciones que Leo habrá de percibir plenamente si ha de soltar el sufrimiento
de una pérdida para la cual no estaba preparado. Ella asume el papel de su
madre temporal mientras la pena de sentirse abandonado por una presión social
lo suelta. Leo se refugia en esa mujer que ha sufrido más que él, sabe que ha
dejado algo suelto, que la verdad está en el aire, pero algo inconfesable no
permite expresarlo. El temor y la culpa de contar sus verdaderos sentimientos
hacen incrementar el dolor. La angustia de no declarar con la veracidad del
caso todo lo que ocurrió es comprendida por una madre que ha perdido a su hijo,
lo carcome. Su deshonestidad prolonga la incertidumbre de todos aquellos que
amaron a su amigo Remy. Inclusive la suya.
El director deja flotando en el ambiente lo indeclarado, lo que sospechamos
pero que no podemos asegurar, porque la ambivalencia de los sentimientos no se
puede esclarecer fácilmente. Esa es la mayor tragedia de Leo, la duda o quizás
la certeza de la nitidez que sus sentimientos siempre le han mostrado y ahora
por la sombra de la moral, impide que aflore. Por eso los tulipanes que
cultivan y procesan los padres de Leo aparecen una y otra vez, como principio
simbólico de la contaminación de la autenticidad. Quedan sentimientos
destructivos que habrá que dejar salir. La película muestra precisamente el
proceso por el cual podemos empezar a sanar o a sanar del todo, no sin antes
dejar bien claro que no será fácil. El otro apuntalamiento de Leo es su hermano
mayor, porque funge como sustitutivo de la pérdida que ha experimentado y a la
que debe hacerle frente. El contacto físico, las miradas, las palabras, los
silencios se dirigen hacia él. Está en su naturaleza buscar los afectos que su
corazón siente y que no puede expresar como quisiera hacerlo. El universo
personal de los niños no admite concesiones o se desfoga totalmente o se
reprime del todo.
Las imágenes, cargadas de una belleza naturalista no tiene pretensiones
efectistas, sus propósito son funcionales a la historia, con la cual aporta una
mirada rica y sutil sobre las pequeñas alegrías, las pequeñas frustraciones, el
uso del tiempo libre, la construcción de pequeñas felicidades que están más
allá del tiempo de los niños al cual los adultos no tenemos acceso, pero sí
tenemos la posibilidad de dejar fluir con nuestra comprensión. Están compuestas
meticulosamente, con pausas justas con movimientos estudiados que están en
función de los sentimientos.
Lukas Dhont nos dice que detrás de las acciones existen miles de
intersticios sentimentales que viven junto a nosotros pero que no percibimos
por no hacer una pausa en la vida de los otros, por no aproximarnos un momento
a eso que vemos como fenómenos sin fondo, pero que en realidad permanecen
latentes, son un verdadero enigma, nos superan.