De Ciro Guerra
El director colombiano, nacido en
Rio de Oro, Cesar, en una entrevista dice que si la vé en la cabeza y vale la pena que otros vean, puede grabarla. Ciro Guerra, con su
habitual honestidad cinematográfica se refiere a una obra fílmica que en
Colombia ha pasado desapercibida cuyo nombre ya avizora el tema y las
implicaciones que con él sugieren los desafueros y los excesos de las fuerzas
colonizadoras en territorios ocupados: “Esperando a los bárbaros”, es una de
las obras maestras del escritor surafricano J.M. Coetze. Guerra, con estas
declaraciones refleja su vocación para el cine, retratando la vida mediante
imágenes en movimiento que merecen ser compartidas para que otras personas
puedan forjarse ideas diversas sobre el mundo personal de este artista
nacional.
La participación de cuatro estrellas
del campo cinematográfico actual, crean expectativas más altas para el público
mundial sobre esta película. Mark Rylance, carga el peso de la trama al que se
suman otros actores renombrados como Johnny Depp y Robert Pattinson. Aquél interpreta
a un magistrado de un territorio inhóspito de algún desierto, como esos que
alguna vez se apropiaron los imperios europeos, mediante la dominación militar
y política de sus habitantes, y con la creación de instituciones autoritarias
dedicadas plenamente a reprimir cualquier brote de insurrección. Las decisiones
que ha tomado durante su estadía en aquel sitio, siempre tuvieron la intención
de administrar la justicia del mejor modo posible, sin el ánimo de vulnerar los
rasgos culturales de los pobladores vernáculos mediante la imposición
irracional, sino mediante la concertación y con la pretensión de respetar los derechos
adquiridos por ellos como primitivos habitantes de un territorio propio. La
aparición de un enigmático coronel del imperio interrumpe la armonía implantada
por la administración llevada por el magistrado. Sus tácticas basadas en “paciencia
y presión”, son aplicadas de modo violento, bajo el pretexto de aplacar una
posible rebelión cuyo propósito es el de atacar al imperio. La estampa imperturbable
del coronel, sus gafas de sol, la reverencia de sus subalternos, sus métodos
sanguinarios, son la muestra palpable de que los blancos colonizadores quisieron
imponer su poder no sólo contra los nativos a los que dominaron sino a los
rivales imperialistas que se disputaron el continente africano durante los dos
siglos pasados. Johnny Depp construye un personaje eficiente con sus objetivos que
están fundamentados en rumores de los cuales se desprenden los excesos y las
vejaciones; su férrea defensa de los intereses de los colonizadores contrasta
con su personalidad huraña. Y a ella se suma un subordinado incondicional,
interpretado por Robert Patterson, que cumple con los objetivos del personaje.
Si el coronel es un militar policromático, el teniente es un peón de
comportamiento predecible.
La presencia de Chris Menges, el
icónico director de fotografía inglés que participó en producciones fílmicas
como “La misión” de Roland Joffé o “Michael Collins” de Neil Jordan, eleva la
calidad de la obra. Su fotografía recuerda los paisajes de David Lean en “Lawrence
de Arabia. Las condiciones agrestes del desierto, las rupturas del paisaje con
los personajes que se dejan abrazar por el sol, así como la barrera artificial
que constituye la fortaleza del imperio, le dan un clima de opresión a este
drama. Ese contexto opresivo tiende a aumentar debido
a las torturas que padece la población nómada y el magistrado debido a la falta
de confianza del imperio. Esa dicotomía que muestra la poca cohesión de las
distintas autoridades se aprecia en la exuberancia de magnanimidad que el magistrado
ha venido desplegando durante su regencia, en contraposición a la demostración
de violencia que ejercen los militares contra los habitantes del territorio.
Ciro Guerra viene tratando estas
temáticas en varias de sus películas. El encuentro entre maneras distintas de asumir
una cosmovisión, las distintas perspectivas sobre la autoridad en la que los “vencidos”
tienen voz, las sobreposiciones de los hombres frente a las adversidades que el
paisaje le impone, el autodescubrimiento de los personajes en su tránsito
físico por el mundo que impone su fuerza mediante lo agreste de la naturaleza.
Su cinematografía, cada vez más, adquiere un sello de identidad por el cual es
reconocido en el mundo entero.
“Esperando por los bárbaros” es
una película que nos retrotrae a los peligros del colonialismo geográfico que
hoy en día tiene características distintas. Como artista con preocupaciones políticas
que atraviesa los flancos de la comprensión cultural por medio de las imágenes
que construye, el director colombiano ha forjado una carrera sólida. Sus líos
personales no han mellado esa capacidad de autosuperación fílmica que va en ascenso.
Ahora, Miramax, ha visto en esta producción ítalo estadounidense al mejor
intérprete de las palabras del premio Nobel de literatura, quien además es el responsable
del guion. Su trabajo con actores naturales
que tanto éxito le produjo le permitió construir una cinematografía sólida en
torno a historias locales que ahondan trascendentales ideas existenciales donde
cabe la sustancia humana en toda su dimensión. Con las producciones que de
ahora en adelante va a comandar, Ciro Guerra podría convertirse en el director
colombiano de proyección globalizada. Más allá de los detalles técnicos, sus
películas se abren campo en el cine mundial como un digno representante del
arte latinoamericano.
La identidad como director es una
buena excusa para mostrar problemas inherentes a la naturaleza humana. Los desafueros
del poder en imágenes en movimiento son aplicables a nuestros contextos donde
las inequidades políticas caracterizan la sociedad presente.