domingo, 14 de agosto de 2022

 

 Esperando a los bárbaros


De Ciro Guerra

 

El director colombiano, nacido en Rio de Oro, Cesar, en una entrevista dice que si la  vé en la cabeza y vale la pena que otros  vean, puede grabarla. Ciro Guerra, con su habitual honestidad cinematográfica se refiere a una obra fílmica que en Colombia ha pasado desapercibida cuyo nombre ya avizora el tema y las implicaciones que con él sugieren los desafueros y los excesos de las fuerzas colonizadoras en territorios ocupados: “Esperando a los bárbaros”, es una de las obras maestras del escritor surafricano J.M. Coetze. Guerra, con estas declaraciones refleja su vocación para el cine, retratando la vida mediante imágenes en movimiento que merecen ser compartidas para que otras personas puedan forjarse ideas diversas sobre el mundo personal de este artista nacional.

La participación de cuatro estrellas del campo cinematográfico actual, crean expectativas más altas para el público mundial sobre esta película. Mark Rylance, carga el peso de la trama al que se suman otros actores renombrados como Johnny Depp y Robert Pattinson. Aquél interpreta a un magistrado de un territorio inhóspito de algún desierto, como esos que alguna vez se apropiaron los imperios europeos, mediante la dominación militar y política de sus habitantes, y con la creación de instituciones autoritarias dedicadas plenamente a reprimir cualquier brote de insurrección. Las decisiones que ha tomado durante su estadía en aquel sitio, siempre tuvieron la intención de administrar la justicia del mejor modo posible, sin el ánimo de vulnerar los rasgos culturales de los pobladores vernáculos mediante la imposición irracional, sino mediante la concertación y con la pretensión de respetar los derechos adquiridos por ellos como primitivos habitantes de un territorio propio. La aparición de un enigmático coronel del imperio interrumpe la armonía implantada por la administración llevada por el magistrado. Sus tácticas basadas en “paciencia y presión”, son aplicadas de modo violento, bajo el pretexto de aplacar una posible rebelión cuyo propósito es el de atacar al imperio. La estampa imperturbable del coronel, sus gafas de sol, la reverencia de sus subalternos, sus métodos sanguinarios, son la muestra palpable de que los blancos colonizadores quisieron imponer su poder no sólo contra los nativos a los que dominaron sino a los rivales imperialistas que se disputaron el continente africano durante los dos siglos pasados. Johnny Depp construye un personaje eficiente con sus objetivos que están fundamentados en rumores de los cuales se desprenden los excesos y las vejaciones; su férrea defensa de los intereses de los colonizadores contrasta con su personalidad huraña. Y a ella se suma un subordinado incondicional, interpretado por Robert Patterson, que cumple con los objetivos del personaje. Si el coronel es un militar policromático, el teniente es un peón de comportamiento predecible.

La presencia de Chris Menges, el icónico director de fotografía inglés que participó en producciones fílmicas como “La misión” de Roland Joffé o “Michael Collins” de Neil Jordan, eleva la calidad de la obra. Su fotografía recuerda los paisajes de David Lean en “Lawrence de Arabia. Las condiciones agrestes del desierto, las rupturas del paisaje con los personajes que se dejan abrazar por el sol, así como la barrera artificial que constituye la fortaleza del imperio, le dan un clima de opresión a este drama.   Ese contexto opresivo tiende a aumentar debido a las torturas que padece la población nómada y el magistrado debido a la falta de confianza del imperio. Esa dicotomía que muestra la poca cohesión de las distintas autoridades se aprecia en la exuberancia de magnanimidad que el magistrado ha venido desplegando durante su regencia, en contraposición a la demostración de violencia que ejercen los militares contra los habitantes del territorio.

Ciro Guerra viene tratando estas temáticas en varias de sus películas. El encuentro entre maneras distintas de asumir una cosmovisión, las distintas perspectivas sobre la autoridad en la que los “vencidos” tienen voz, las sobreposiciones de los hombres frente a las adversidades que el paisaje le impone, el autodescubrimiento de los personajes en su tránsito físico por el mundo que impone su fuerza mediante lo agreste de la naturaleza. Su cinematografía, cada vez más, adquiere un sello de identidad por el cual es reconocido en el mundo entero.

“Esperando por los bárbaros” es una película que nos retrotrae a los peligros del colonialismo geográfico que hoy en día tiene características distintas. Como artista con preocupaciones políticas que atraviesa los flancos de la comprensión cultural por medio de las imágenes que construye, el director colombiano ha forjado una carrera sólida. Sus líos personales no han mellado esa capacidad de autosuperación fílmica que va en ascenso. Ahora, Miramax, ha visto en esta producción ítalo estadounidense al mejor intérprete de las palabras del premio Nobel de literatura, quien además es el responsable del guion.  Su trabajo con actores naturales que tanto éxito le produjo le permitió construir una cinematografía sólida en torno a historias locales que ahondan trascendentales ideas existenciales donde cabe la sustancia humana en toda su dimensión. Con las producciones que de ahora en adelante va a comandar, Ciro Guerra podría convertirse en el director colombiano de proyección globalizada. Más allá de los detalles técnicos, sus películas se abren campo en el cine mundial como un digno representante del arte latinoamericano.

La identidad como director es una buena excusa para mostrar problemas inherentes a la naturaleza humana. Los desafueros del poder en imágenes en movimiento son aplicables a nuestros contextos donde las inequidades políticas caracterizan la sociedad presente.

miércoles, 10 de agosto de 2022

 

Louis



 

Una de las grandes sensibilidades artísticas de la humanidad tuvo una vida llena de flagelos espirituales, que hasta el momento de su muerte lo hirieron con punzadas que dieron origen a obras musicales que, hoy, encontramos exquisitas. Su encuentro con Mozart potenció su mirada más allá de su ciudad natal, aún tan inmersa en las habladurías de pueblo que afortunadamente se fueron difuminando con la impregnación del halo estético que Viena representó para el genio alemán. Ese encuentro, mejor decir, roce, estuvo cargado de simbolismos generadores de inspiración para este artista que creció en medio de las penurias económicas y al cuidado de sus pequeños hermanos mientras su padre se deterioraba entregado a los brazos del alcohol. El ambiente de esa ciudad cultural, inyectaba creatividad en los oídos, aun servibles de quien dedicó su trabajo a componer obras innovadoras. El virtuosismo de Beethoven fue bien ponderado en este cúmulo de edificios centenarios por los cuales también desplegaba talento el gran Haydn. Del primero, se decepcionó por quizá la poca atención que el maestro le puso, mientras tocaba el piano en uno de los múltiples salones vieneses dispuestos para ello y del segundo, recibió algunos elogios, pero le sirvieron para darse cuenta de que el camino hacia la plena realización de sus obsesiones, de sus ansiedades y de las ideas que quiso reflejar en sus creaciones, debía forjárlo por sí mismo.

Con “Louis”, la televisión alemana, muestra en esta película tres estadios vitales de su atormentada existencia. En el primero, vemos a un niño acucioso frente a las órdenes impartidas por su padre que, entregado a la bebida, se desentiende de su familia. Tal vez la venida a menos de su capital económico haya forjado ese carácter incrédulo y a veces violento que desató ante sus hijos en muchas ocasiones. El director Niki Stein forja una imagen candorosa del niño Beethoven, siempre protector de su familia, atento a los pequeños detalles que hicieron de él un perfeccionista de la vida que reflejó en sus composiciones musicales.  Colin Pütz le da forma interpretativa a este niño genio que se asoma traslúcido, siempre atento a lo que el mundo le presenta para que lo tome como la más trascendental de sus experiencias. Asimismo, el adolescente Beethoven, entregado aún a las obligaciones familiares está en un tremendismo de experiencias nuevas que lo acerquen al encuentro con ese dón del cual no es tan consciente porque vive para la música. Nada en él es desconcentración salida de su ambición que la realidad le pone por delante. Su grandeza es la grandeza de los grandes genios que hablan por toda la humanidad, por eso su imperativo es el arte. Anselm Bresgott cumple con los dictámenes del personaje y caracteriza a un hombre lleno de dudas, pero también de grandes certezas que la música le brinda. De ese periodo de la vida de Ludwig, surgen esos maravillosos encuentros que finalmente se deslucen ante las expectativas generadas en el músico. Finalmente, el gran actor Tobías Moretti representa al Beethoven desabrido para las relaciones, un artista con tantas certezas como búsquedas, detrás de una obra de arte total que pudiera canalizar la energía de su corazón, que pudiera sintetizar el espíritu del mundo según la senda filosófica hegeliana. De sus desmedros físicos se ha hablado bastante, pero de su meticulosidad que a veces rayaban en la obsesión, no se ha dicho que los embelecos en los cuales se enfrascaba tan sólo obedecían al profundo amor por su gran pasión: la música.

Ese romanticismo de “Louis” alzaba su mano sobre una ambientación revolucionaria que dibujaba vientos de cambio como quizás ninguna época avecinaba sobre la tierra. Esos vientos de cambio que sepultaban de una vez y para siempre el Antiguo Régimen, se metieron en el alma de un genio para volverlos sinfonías o grandes conciertos.

El director, es cuidadoso con sus intenciones. Quiere poner distancia con las películas previas sobre el músico alemán. Este drama más humano, más cercano al hombre sintiente, que entregó su vida al arte, también navegó en el mar de las penurias existenciales de los hombres. Sus relaciones afectivas condicionaron sus actuaciones, pero también insuflaron el aire de la inspiración para componer. También se refleja esta intención, en los quiebre de carácter, en el temperamento y en sus actitudes que forjaron un carácter fuerte para muchos de sus contemporáneos. Las pequeñas vivencias, eso sí, están mostradas en funcionalidad del trabajo musical. De sus problemas económicos también mucho se ha hablado, pero el tiempo y la dedicación a la música siempre estuvieron subordinados a su creación. Hay un claro énfasis, en la denostación a las relaciones amorosas que deambularon cerca del músico, no obstante, el director, resalta lo distraído de su atención al respecto. Quizás consciente o no, Beethoven haya relegado un amor duradero a un segundo plano por entregarse a la composición.

“Beethoven” es una película hecha para televisión. No por eso no tiene la calidad estética que demandan las obras fílmicas. Los saltos temporales, son un buen modo de abarcar varios periodos de la vida del músico. Tal vez, puedan suscitarse confusiones que se trasladan al espectador por el empleo de ese recurso. No obstante, la obra logra empalmar un biopic serio, que se centra en el hombre cotidiano, detrás de ese maravilloso genio que aún nos deleita con su hermosa música.  En esos 250 años de su natalicio, parece una película que vale la pena ver y analizar en toda su complejidad.