miércoles, 10 de agosto de 2022

 

Louis



 

Una de las grandes sensibilidades artísticas de la humanidad tuvo una vida llena de flagelos espirituales, que hasta el momento de su muerte lo hirieron con punzadas que dieron origen a obras musicales que, hoy, encontramos exquisitas. Su encuentro con Mozart potenció su mirada más allá de su ciudad natal, aún tan inmersa en las habladurías de pueblo que afortunadamente se fueron difuminando con la impregnación del halo estético que Viena representó para el genio alemán. Ese encuentro, mejor decir, roce, estuvo cargado de simbolismos generadores de inspiración para este artista que creció en medio de las penurias económicas y al cuidado de sus pequeños hermanos mientras su padre se deterioraba entregado a los brazos del alcohol. El ambiente de esa ciudad cultural, inyectaba creatividad en los oídos, aun servibles de quien dedicó su trabajo a componer obras innovadoras. El virtuosismo de Beethoven fue bien ponderado en este cúmulo de edificios centenarios por los cuales también desplegaba talento el gran Haydn. Del primero, se decepcionó por quizá la poca atención que el maestro le puso, mientras tocaba el piano en uno de los múltiples salones vieneses dispuestos para ello y del segundo, recibió algunos elogios, pero le sirvieron para darse cuenta de que el camino hacia la plena realización de sus obsesiones, de sus ansiedades y de las ideas que quiso reflejar en sus creaciones, debía forjárlo por sí mismo.

Con “Louis”, la televisión alemana, muestra en esta película tres estadios vitales de su atormentada existencia. En el primero, vemos a un niño acucioso frente a las órdenes impartidas por su padre que, entregado a la bebida, se desentiende de su familia. Tal vez la venida a menos de su capital económico haya forjado ese carácter incrédulo y a veces violento que desató ante sus hijos en muchas ocasiones. El director Niki Stein forja una imagen candorosa del niño Beethoven, siempre protector de su familia, atento a los pequeños detalles que hicieron de él un perfeccionista de la vida que reflejó en sus composiciones musicales.  Colin Pütz le da forma interpretativa a este niño genio que se asoma traslúcido, siempre atento a lo que el mundo le presenta para que lo tome como la más trascendental de sus experiencias. Asimismo, el adolescente Beethoven, entregado aún a las obligaciones familiares está en un tremendismo de experiencias nuevas que lo acerquen al encuentro con ese dón del cual no es tan consciente porque vive para la música. Nada en él es desconcentración salida de su ambición que la realidad le pone por delante. Su grandeza es la grandeza de los grandes genios que hablan por toda la humanidad, por eso su imperativo es el arte. Anselm Bresgott cumple con los dictámenes del personaje y caracteriza a un hombre lleno de dudas, pero también de grandes certezas que la música le brinda. De ese periodo de la vida de Ludwig, surgen esos maravillosos encuentros que finalmente se deslucen ante las expectativas generadas en el músico. Finalmente, el gran actor Tobías Moretti representa al Beethoven desabrido para las relaciones, un artista con tantas certezas como búsquedas, detrás de una obra de arte total que pudiera canalizar la energía de su corazón, que pudiera sintetizar el espíritu del mundo según la senda filosófica hegeliana. De sus desmedros físicos se ha hablado bastante, pero de su meticulosidad que a veces rayaban en la obsesión, no se ha dicho que los embelecos en los cuales se enfrascaba tan sólo obedecían al profundo amor por su gran pasión: la música.

Ese romanticismo de “Louis” alzaba su mano sobre una ambientación revolucionaria que dibujaba vientos de cambio como quizás ninguna época avecinaba sobre la tierra. Esos vientos de cambio que sepultaban de una vez y para siempre el Antiguo Régimen, se metieron en el alma de un genio para volverlos sinfonías o grandes conciertos.

El director, es cuidadoso con sus intenciones. Quiere poner distancia con las películas previas sobre el músico alemán. Este drama más humano, más cercano al hombre sintiente, que entregó su vida al arte, también navegó en el mar de las penurias existenciales de los hombres. Sus relaciones afectivas condicionaron sus actuaciones, pero también insuflaron el aire de la inspiración para componer. También se refleja esta intención, en los quiebre de carácter, en el temperamento y en sus actitudes que forjaron un carácter fuerte para muchos de sus contemporáneos. Las pequeñas vivencias, eso sí, están mostradas en funcionalidad del trabajo musical. De sus problemas económicos también mucho se ha hablado, pero el tiempo y la dedicación a la música siempre estuvieron subordinados a su creación. Hay un claro énfasis, en la denostación a las relaciones amorosas que deambularon cerca del músico, no obstante, el director, resalta lo distraído de su atención al respecto. Quizás consciente o no, Beethoven haya relegado un amor duradero a un segundo plano por entregarse a la composición.

“Beethoven” es una película hecha para televisión. No por eso no tiene la calidad estética que demandan las obras fílmicas. Los saltos temporales, son un buen modo de abarcar varios periodos de la vida del músico. Tal vez, puedan suscitarse confusiones que se trasladan al espectador por el empleo de ese recurso. No obstante, la obra logra empalmar un biopic serio, que se centra en el hombre cotidiano, detrás de ese maravilloso genio que aún nos deleita con su hermosa música.  En esos 250 años de su natalicio, parece una película que vale la pena ver y analizar en toda su complejidad.

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