Louis
Una de las grandes sensibilidades
artísticas de la humanidad tuvo una vida llena de flagelos espirituales, que hasta
el momento de su muerte lo hirieron con punzadas que dieron origen a obras
musicales que, hoy, encontramos exquisitas. Su encuentro con Mozart potenció su
mirada más allá de su ciudad natal, aún tan inmersa en las habladurías de pueblo
que afortunadamente se fueron difuminando con la impregnación del halo estético
que Viena representó para el genio alemán. Ese encuentro, mejor decir, roce, estuvo
cargado de simbolismos generadores de inspiración para este artista que creció
en medio de las penurias económicas y al cuidado de sus pequeños hermanos mientras
su padre se deterioraba entregado a los brazos del alcohol. El ambiente de esa
ciudad cultural, inyectaba creatividad en los oídos, aun servibles de quien
dedicó su trabajo a componer obras innovadoras. El virtuosismo de Beethoven fue
bien ponderado en este cúmulo de edificios centenarios por los cuales también
desplegaba talento el gran Haydn. Del primero, se decepcionó por quizá la poca
atención que el maestro le puso, mientras tocaba el piano en uno de los
múltiples salones vieneses dispuestos para ello y del segundo, recibió algunos
elogios, pero le sirvieron para darse cuenta de que el camino hacia la plena
realización de sus obsesiones, de sus ansiedades y de las ideas que quiso
reflejar en sus creaciones, debía forjárlo por sí mismo.
Con “Louis”, la televisión
alemana, muestra en esta película tres estadios vitales de su atormentada
existencia. En el primero, vemos a un niño acucioso frente a las órdenes impartidas
por su padre que, entregado a la bebida, se desentiende de su familia. Tal vez la
venida a menos de su capital económico haya forjado ese carácter incrédulo y a veces
violento que desató ante sus hijos en muchas ocasiones. El director Niki Stein
forja una imagen candorosa del niño Beethoven, siempre protector de su familia,
atento a los pequeños detalles que hicieron de él un perfeccionista de la vida
que reflejó en sus composiciones musicales. Colin Pütz le da forma interpretativa a este
niño genio que se asoma traslúcido, siempre atento a lo que el mundo le
presenta para que lo tome como la más trascendental de sus experiencias. Asimismo,
el adolescente Beethoven, entregado aún a las obligaciones familiares está en
un tremendismo de experiencias nuevas que lo acerquen al encuentro con ese dón
del cual no es tan consciente porque vive para la música. Nada en él es
desconcentración salida de su ambición que la realidad le pone por delante. Su
grandeza es la grandeza de los grandes genios que hablan por toda la humanidad,
por eso su imperativo es el arte. Anselm Bresgott cumple con los dictámenes del
personaje y caracteriza a un hombre lleno de dudas, pero también de grandes
certezas que la música le brinda. De ese periodo de la vida de Ludwig, surgen
esos maravillosos encuentros que finalmente se deslucen ante las expectativas generadas
en el músico. Finalmente, el gran actor Tobías Moretti representa al Beethoven
desabrido para las relaciones, un artista con tantas certezas como búsquedas,
detrás de una obra de arte total que pudiera canalizar la energía de su
corazón, que pudiera sintetizar el espíritu del mundo según la senda filosófica
hegeliana. De sus desmedros físicos se ha hablado bastante, pero de su
meticulosidad que a veces rayaban en la obsesión, no se ha dicho que los
embelecos en los cuales se enfrascaba tan sólo obedecían al profundo amor por
su gran pasión: la música.
Ese romanticismo de “Louis” alzaba
su mano sobre una ambientación revolucionaria que dibujaba vientos de cambio
como quizás ninguna época avecinaba sobre la tierra. Esos vientos de cambio que
sepultaban de una vez y para siempre el Antiguo Régimen, se metieron en el alma
de un genio para volverlos sinfonías o grandes conciertos.
El director, es cuidadoso con sus
intenciones. Quiere poner distancia con las películas previas sobre el músico
alemán. Este drama más humano, más cercano al hombre sintiente, que entregó su
vida al arte, también navegó en el mar de las penurias existenciales de los
hombres. Sus relaciones afectivas condicionaron sus actuaciones, pero también insuflaron
el aire de la inspiración para componer. También se refleja esta intención, en
los quiebre de carácter, en el temperamento y en sus actitudes que forjaron un carácter
fuerte para muchos de sus contemporáneos. Las pequeñas vivencias, eso sí, están
mostradas en funcionalidad del trabajo musical. De sus problemas económicos
también mucho se ha hablado, pero el tiempo y la dedicación a la música siempre
estuvieron subordinados a su creación. Hay un claro énfasis, en la denostación
a las relaciones amorosas que deambularon cerca del músico, no obstante, el director,
resalta lo distraído de su atención al respecto. Quizás consciente o no,
Beethoven haya relegado un amor duradero a un segundo plano por entregarse a la
composición.
“Beethoven” es una película hecha
para televisión. No por eso no tiene la calidad estética que demandan las obras
fílmicas. Los saltos temporales, son un buen modo de abarcar varios periodos de
la vida del músico. Tal vez, puedan suscitarse confusiones que se trasladan al
espectador por el empleo de ese recurso. No obstante, la obra logra empalmar un
biopic serio, que se centra en el hombre cotidiano, detrás de ese
maravilloso genio que aún nos deleita con su hermosa música. En esos 250 años de su natalicio, parece una
película que vale la pena ver y analizar en toda su complejidad.
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