El sol del futuro
Jorge Abel Carmona Morales
Dalisur99@yahoo.com.mx
La última película del multipremiado director italiano Nanni Moretti es una
balada triste que utiliza el humor negro para rememorar varios hechos de una
época ida. La del cine libre, no ligado a las determinantes del mercado
mundial. De aquellos autores que expresaban sus puntos de vista más íntimos,
sin la presión del neoliberalismo que las plataformas virtuales imponen hoy en
día, creando así la estética contemporánea y generando unos modos
estandarizados de concebir la imagen. Lo recalca el director de “La habitación
del hijo” en varias de las escenas de esta obra, competidora en la selección
oficial del Festival de Cine de Cannes del año 2023. Por eso su vida se ha
hecho un cúmulo de momentos que exudan monotonía por todas partes y que salpica
de uno u otro modo a sus familiares más cercanos. Su esposa tiene la firme
intención de pedirle el divorcio, pero el respeto que le profesa a este hombre
reconocido nacional e internacionalmente, impide darle la noticia. Ella es la
productora de sus películas y por eso entiende el proceso creativo de cada una
de ellas. No obstante, sabe que el cine ha cambiado por la eclosión de un
público nuevo que no parece hacerse demasiados cuestionamientos sobre los
grandes temas político-filosóficos de la historia. Lo vemos en la película que
rueda, donde se muestran las decisiones, los apoyos, las intenciones políticas
del secretario del partido comunista italiano, Palmiro Togliatti, frente al
apoyo que brinda a la Revolución húngara promovida por los estudiantes en el
año 1956, en contra de los desafueros autoritario de la Unión Soviética. A este
personaje trascendental para entender el desenvolvimiento de la izquierda
italiana, el director le otorga un notorio protagonismo. De modo que mientras
vemos una película que homenajea al mundo del cine a través de una mirada
crítica de los nuevos procedimientos para realizarlas y para promocionarlas,
también encontramos un punto de vista que admira lo que alguna vez fue y
sucedió de otro modo, obviando lo que pudo ser una verdadera revolución para
Europa.
Asimismo, lo vemos en momentos de tensión que se generan cuando el director
le enseña a otro director sobre la importancia de ofrecer escenas que simbolicen
algo, y no, que se conviertan en meros tips destinados a colmar las
expectativas del gusto cinematográfico actual. Por eso cuando un personaje le
apunta a otro con una pistola de frente y a unos pocos centímetros de
distancia, aquel diserta sobre la intencionalidad de aquella escena, sobre la
explicitud de ésta que realmente no le aporta nada al público. Giovanni se
convierte, entonces, en un maestro que quiere enseñar lo que sabe por la
experiencia de haber desarrollado una obra muy personal, solo pensada para
satisfacer las obsesiones propias, de modo independiente. No pretende evangelizar
a nadie porque es capaz de dar el brazo a torcer respecto a lo que predica
porque al final sabe que es inevitable el avance de los nuevos tiempos.
Si bien “El sol del futuro” es una película que toma como excusa algunos
hechos políticos, estamos frente a una obra existencial. La vida y la obra del
director son dos versiones de la misma cosa. la ideología que predica en
términos estéticos parece disolverse con la desazón que le produce la
imposibilidad de atajar las oleadas de cambios que Netflix, los productores
coreanos, el desinterés político de la juventud, reflejada por ejemplo en la
pregunta que hace un muchacho al principio de la obra donde dice: ¿Hubo
comunistas en Italia?, han impreso al campo fílmico mundial. Giovanni se siente
como un dinosaurio, convencido de sus ideas y tal vez de su superioridad
espiritual e intelectual respecto de las otras personas. Pero su pasión
personal por la vida se expresa en momentos emblemáticos del filme como ese
hermoso baile desprevenido que el equipo de la película dentro de la película
desarrolla, con el atrevimiento de la espontaneidad al ritmo de esa hermosa
“Voglio vederti danzare” cantada por Franco Battiato” o la introspección visual
construida por “Y si tu no has de volver”, versión en italiano del gran Joe
Dassin o la posibilidad de dejarlo todo así y abandonarse a una ráfaga de
felicidad.
“El sol del futuro” no pretende ideologizar sino mostrar algunos aspectos
autobiográficos del director, quien banaliza algunas situaciones a través de un
humor estilizado que recuerda a otros directores italianos como Federico
Fellini, en “8 y ½”. Por eso esta obra fílmica es un homenaje al séptimo arte
por medio de personajes reales que tuvieron o tienen una existencia real, y
sugiriendo además que el paso del tiempo también va convirtiendo en anticuarios
a algunos autores que no han sabido adaptarse al mercado mundial actual. Desde
este punto de vista, se lanza puyas a lo que la cultura contemporánea ha dejado
en la juventud, pero no sin intentar mostrarle la deriva de lo que ha ocurrido,
de los tiempos dejados atrás, de las visiones y de la praxis que de uno u otro
modo han edificado la sociedad presente. El letrero rojo sobre el muro, con el
cual inicia la obra fílmica, se va construyendo por partes hasta mostrarse como
una idea gigantesca que se produce de modo artesanal, con lazos colgantes desde
el filo superior, es un mensaje iniciático de compromiso con la elaboración
artística del autor clásico.
Pero las paredes pueden permanecer obstaculizando el arte sino recordamos
ciertas experiencias creadoras que los antiguos nos legaron como una
declaración de amor para que jamás permitamos que se nos olvide.