sábado, 27 de julio de 2019




El hijo del Zipa


La exuberancia de ese cuerpo parecía vaticinar otro triunfo para uno de los múltiples europeos que ganaron todo lo que se les atravesaba. “Cochise” Rodríguez  ganaba en tierras aztecas un record mundial que, por los antecedentes, estaba reservado para los europeos, tal vez sin pensar que sus logros irían a durar 27 años hasta que un criollito con un cuerpo menudito se impondría en la vuelta a España, convirtiéndose en el hombre que destronaría a ese europeo antioqueño que sigue dando lora con ese humor tan nuestro que se torna folclórico para los países que dieron hombres tan grandes para el ciclismo como Merckx, Fignon, Hinault, Induraín, Contador y Chris Froome. Con esa escasez de triunfos, en medio de una selva infestada de campeones, esos ciclistas colombianos seguían siendo  flor de un solo día, pero  el talento puede estar hibernando por mucho tiempo y un día se despierta para brillar por muchos años o por muy pocos días aunque siempre dando de qué hablar.  Por eso ese silencio prolongado que rompe un muñequito de Cómbita se venía venir aunque siguiera siendo un aviso de buenos momentos y nada más para los europeos. Sólo algunos especialistas con sentido visionario  afirmaban que cuando los colombianos regresaran serían temibles. Ese miedo salió fundado en resultados  que convierten a Nairo Quintana en el ciclista colombiano más ganador de  todos los tiempos y uno de los más importantes de la actualidad.  Ahora pocos imaginaban que podía venir un ciclista más importante que ese mesticito boyacense. Egan Bernal irrumpe en el ciclismo hace apenas tres lustros desde las montañas más pedregosas de la región andina, con su bicicleta de mountain bike con 7 años de edad y un padre renuente a que su pequeño hijo repitiera los sinsabores que  tuvo él por numerosos motivos, entre ellos, el desbarajuste de la administración ciclística nacional. Sin plata para la inscripción y sin un casco para medirse en su cabeza, los tropiezos que tuvo para participar en una carrera profesional en este país de escarabajos, fueron muy grandes. Todos veían en ese biotipo maravilloso, una suerte de campeón hasta que un hombre parlanchín de cabellos blancos y de una amabilidad desarmadora llamado Gianni Savio, se lo llevó para Europa para militar en ese equipo llamado Androni que tanta gloria le dio a Colombia.  De ahí en adelante ganó todo lo que se le atravesó pero aún quedaba el salto definitivo hacia una grande europea. Delante de él se encontraban verdaderos monstruos como Wiggins, Froome y Thomas, ciclistas que comandaban el Sky y que reclamaban su posición en el equipo viendo de perfil a este morenito zipaquireño que de un momento a otro venía a expropiarles su lugar. Lentamente, la carrera, como suelen decir algunos periodistas y especialmente los mismos ciclistas, la carretera y las carreras van poniendo a los ciclistas en su posición indicada. Entonces gana, gana y gana. Tres palabras distintas y un solo corredor verdadero. Campeón contrarreloj de Colombia, campeón del Tour de California, campeón de la París-Niza, campeón de la Vuelta a Suiza, esta última carrera adjudicándosela luego de sufrir una terrible caída que le vuela la clavícula en mil pedazos y de una decepción que le dura varios días por su no participación en el Giro de Italia, que estaba planillado como su gran objetivo del año. Sus números dejaban estupefactos a los médicos y a los especialistas en ese deporte, quienes veían a un muchacho de facciones puntiagudas aproximarse  a  la perfección biométrica.  Todo  fue confabulándose para que Egan llegara a ese objetivo ambicionado por muchos ciclistas en el mundo  a través de toda la historia de ese deporte, no solamente la decepción del líder de filas, sino su propio accidente, su recuperación, la puesta a punto para afrontar el Tour, ese magnífico equipo llamado Ineos que ha comprado recientemente un millonario excéntrico que escarba en las entrañas del mar y de la tierra sus recursos como un loco para luego lavar sus culpas comparando al equipo ciclístico más poderoso del mundo.  Luego vino la carrera, era segundo en la línea de sucesión detrás del capo de escuadra de su querido Geraint Thomas quien debía revalidar su título del año pasado, mucho más tras el accidente del líder indiscutible del equipo, el simpático Chris Froome. Los primeros días estuvo lidiando con las embestidas del viento, supo acomodarse en posiciones estratégicas con un equipo dubitativo ante los triunfos de Julian Alaphillipe, un ciclista explosivo que todos veían con asombro cómo se eternizaba en el liderato de la carrera. En la contrarreloj por equipos no tuvieron un buen resultado  y otros grupos eran los llamados a encabezar la carrera. En la contrarreloj individual, Egan Bernal no sentía buenas reacciones ante los 27 kilómetros que conformaban una etapa exigente aunque no decisiva. El tour este año tenía más puertos de montaña de exigencia máxima que los años anteriores y las etapas contrarrelojes no fueron diseñadas en el recorrido para que un europeo se ganara la carrera. Pero esas dos semanas simplemente estaban ajustando el sistema corporal de un joven superdotado que decidió ser ciclista por el impulso terrígeno que sus predecesores habían impuesto como un dictamen imposible de eludir. Para la tercera semana Egan ya tenía buenas sensaciones, como dicen ellos, exponiendo sinceramente lo que esos hombres humildes perciben, con menos chequera y más sacrificio corporal que los futbolistas o los tenistas o los basketbolistas, que casi todos los otros porque el ciclismo es un deporte que es poco generoso y premia con escaso dinero a  sus campeones. Alaphillipe se defendía como gato patas arriba, Kruiswijk  a la expectativa, Landa atacante y desembuchando todo su veneno contra Nairo que guardaba un pequeño rencor que pudo soltar luego de pasar el mítico Galibier en la etapa 18, Buchman esperando, como siempre, Pinot vaticinando un triunfo final y retando como “gallo del Tour” a sus rivales  con sus dos triunfos parciales, mientras las apuestas pagaban desmesuradamente a los ficticios triunfos de un ciclista que siempre se desinfla en la tercera semana de cualquier gran vuelta.  Ahora llegaba la etapa 19, con un horizonte infernal, una  llegada al Izoard con pendiente media del 8 % y con rampas del 15%  a más de 2700 metros de altura que debian sortear todos los ciclistas, uno de los cuales, el niño del Tour que ya había asegurado el título del mejor joven de la vuelta, tendría que atacar; el primero fue Thomas, que parecía mostrar definitivamente sus cartas después de la etapa anterior en la que llevó a su ritmo vertiginoso a un Allaphillipe que sufría como nunca. Por eso, nadie pensaba en las buenas intenciones del ciclista inglés. Hasta que el equipo decidió llevar a cabo un ataque de equipo; Thomas se convirtió en la punta de lanza para el ataque definitivo que Bernal emprende y que nadie puede detener porque las piernas de Egan eran las más fuertes de todas.  Y pensábamos que Bernal coronaría la etapa como su ganador y con ello podría llevarse, además de los 8 segundos del puerto de montaña de categoría especial, los 8 segundos más que concede la organización al ganador de la etapa. Las imágenes en tiempo real mostraban una carretera humedecida por el hielo que se fue acumulando en menos de 10 minutos y que ponía en riesgo la integridad de los deportistas, en tanto Rigoberto se trenzaba en una disputa verbal con Níbali que obedientemente paraba la marcha, ante la solicitud expresa de los organizadores del Tour. Pero Egan, mansito, para. Con la inocencia de quien sigue una orden también escucha de sus compañeros de equipo que había ascendido al primer lugar de la competencia y ante la entrevista oficial estalla en llanto por el impacto de saberse el ciclista tope de aquella carrera que veía por televisión mientras que uno de sus ídolos subía al podio pero que no ganaba. Egan conserva el candor de un niño que va descubriendo secretos del mundo que otros ya ven como hechos normales y que para él constituyen toda su vida. Egan Bernal es el deportista modelo de lo que significa la humildad y la disciplina, en un país que admira figuras autoritarias y que frenan el avance de estos ciclistas trabajadores, nacidos en las entrañas de este país andino que muchos años después de  los triunfos de “Cochise, habrá de ganar por primera vez el Tour de Francia, es decir, habrá de ganar un mundial de fútbol pero en bicicleta, porque el hijo del Zipa que entrenara Fabio Rodríguez por las carreteras boyacenses, habrá recogido los frutos de cientos de hombres que vieron en la bicicleta una opción de vida.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario