lunes, 22 de mayo de 2023

 

Rebelión


De José Luis Rugeles


El emprendimiento de un proyecto como éstos, requiere de mucho valor, de algo de locura y de harto aburrimiento. Lo primero, porque los intentos de mostrar la vida de Joe Arroyo han terminado en trozos biográficos límpidos y predecibles, pero sin ningún tipo de sustancia; la segunda, porque cuando se habla de un ídolo es arriesgarse a levantar una polvareda de la cual es difícil reponerse y; el tercero, porque pareciera que todo está dicho en una biografía y, una película, tal vez, sería una nota al pie de una obra ya cerrada.

Por eso José Luis Rugeles es valiente, insano mental y un ocioso desbordado. Su película: “Rebelión” del año 2022, logra saltarse los obstáculos previos y alzar un vuelo majestuoso que deja sin aliento a los espectadores que se arriesgan a ver esta maravilla de obra. Con recursos visuales que incitan al espectador a sumergirse en este marasmo de sensaciones, tan íntimas, verdaderos trances de creatividad, la cámara gira en todas direcciones con un ritmo de avance lento, sin esos saltos cuánticos que a veces desnaturalizan una obra fílmica. Las paredes no son impedimentos para que la imaginación y las notas que surgen en la mente de un genio musical, evadan los límites de las dimensiones físicas; Joe Arroyo, allí, en esa habitación, donde concibe sus piezas artísticas, es verdaderamente libre porque no tiene las ataduras del público. El tiempo es envolvente y su flujo es la posibilidad de explorar la realidad desde todas las formas de la percepción humana. El director está empeñado en imponer su punto de vista sin ignorar al personaje, tal como suelen hacerlo las películas biográficas. Esa obstinación creativa moldea un estilo en esta pieza cinematográfica a través de los colores oscuros entre interiores que explotan con los sonidos metálicos de las trompetas y de las teclas de ese piano que hace retumbar “Chelito” de Castro, cuando suena en ese cuartucho, “La rebelión”, tocado por músicos escogidos de modo personalizado por el maestro cartagenero, muerto en el año 2011. La escrupulosidad visual se impone en los detalles, las manchas en las paredes, el hongo del tanque del sanitario, esos pisos acabados y oscuros, el remolino de objetos que yacen esparcidos por el suelo, la cama destendida y poseedora de envolturas de cigariilos, frascos, cervezas, licores, las medias luces que apenas alumbran ese espacio sórdido son la vida del artista; lo constituyen a él en tanto son productos esenciales de su vida. No obstante, la claridad de las notas, fluyen de su cabeza sin ninguna mácula, lo vemos en algunas escenas memorables, cuando, de sus infiernos personales brotan sonidos que se hacen materia en la voz del “Joe”.

Su empeño por lograr la presencia plena de su África amada, invocándola desde las honduras más inescrutables a la realidad por medio de la música se puede apreciar en pleno en la escena de la grabación de “Rebelión”, en la que todos sus músicos de trabajo se reúnen. Todos tocan, suena el piano, luego los demás instrumentos, después Joe Arroyo canta, desgarrado, sudando, con el baile como su segunda piel. El cuarto coloreado de tonos rojos y marrones, es una gran concha acústica. De repente, el musico dice que todo ha quedado bien…Pero hay que repetirlo. El sudor de todos ellos no es suficiente para borrar esa intención del “Joe” de hacer una canción perfecta. Luego todo se va al carajo. Allí está: la lucha con el mundo reverdece otra vez. O está muy maduro para él o ya su tiempo se ha ido a habitar a otro lugar. Lo único que le importa es expresar sus sentimientos más íntimos de un modo veraz.

Su universo personal se había quedado en África. Por eso Joe Arroyo sentía el llamado de su pueblo como una condición de vida; la música, como su medio natural tenía que servirle para llegar a ella. Los estados alterados de conciencia los elaboraba con sonidos. Rúgeles nos propone mirar la vida del músico, no del personaje. Entre su existencia cotidiana y su música no hay diferencia. Los enredos de la burocracia vital, constituyeron frenos que distrajeron la creatividad y la apuesta de su vida hacia la posibilidad de encontrar sus  orígenes.

El actor John Narváez personaliza al personaje, lo hace suyo, lo trae a la vida física y le pone un cúmulo de sensaciones que se encarnan en cada uno de los movimientos, miradas, gestos que le incorpora.  Su actuación es digna de cualquiera de las mejores del año. Los libros: “El centurión de la noche” y “¿Quién mató a Joe?”, de el periodista bogotano Mauricio Silva, fueron el sustento investigativo con el cual, José Luis Rugeles, compone esta obra cinematográfica.

Lejos del tremendismo, la película, le rinde un homenaje a uno de los artistas musicales más importantes del continente, acercando la lente del espectador a los ojos de Joe Arroyo, por donde se va introduciendo hasta lo más recóndito de su alma. La intención, parece, no emitir juicios morales, ni reprobaciones estéticas, sino beber un poco del caudal de sensaciones vitales que conformaron la vida de un gran músico que sigue entre nosotros. “Rebelión”, puede abrir un camino distinto en el cine biográfico colombiano que de un modo u otro permita desmarcarnos del maniqueísmo con el que se ha tratado habitualmente. Las personas no pueden ser encorsetadas con rasgos de personalidad tipificados por el mercado fílmico. Hay que ponerse del lado de los personajes, sobre todo si están muertos, para rendirles un verdadero homenaje. Para ello, se necesitan: valor, locura y aburrimiento.

 

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