El día del asteroide
La nueva comedia dramática del director, nacido en Houston, Wes Anderson,
es un roce bastante serio con el drama porque muestra el poder del Estado sobre
la sociedad norteamericana. Su contexto se establece en la década de 1950, en
un momento donde la Guerra Fría contagiaba a todos los espíritus de la época,
con la paranoia de persecuciones políticas y que permitieron a los gobiernos
destinar recursos ilimitados para desarrollar novedosa tecnología militar.
“Asteroid day” es una paleta de colores que ayuda a componer una obra audiovisual
de formalidad bella, continuadora de un trabajo estético serio, en el cual, el
cineasta texano expresa su arte del mismo modo que sus trabajos anteriores con
un tema político trascendental. Sus colores amarillos, rosas y verdes, pintan
un decorado de cuento de hadas en un contexto de guerra, en el que los
militares toman decisiones arbitrarias como el confinamiento forzado de la
población civil, aduciendo la seguridad nacional. Y la amenaza de Estado
consiste en la visita de un extraterrestre que se aparece en medio de una
congregación de visitantes a un pueblo de 87 habitantes, ubicado en las
profundidades del desierto del suroeste estadounidense. Ante tal eventualidad,
las fuerzas del orden se ponen en guardia generando un estado de vigilancia
plena. En medio de ese estado panóptico, hay familias e individuos que tienen
sus propios dramas. Una familia de un padre y cuatro hijos, ha perdido a su
madre y aquel tiene dificultades para contar lo sucedido a los niños; pero el
hijo mayor está más interesado en investigar la naturaleza de los sucesos alienígenas,
junto a una jovencita que tiene los mismos intereses intelectuales que aquel,
pero con un poco menos de ingenio. El padre, se enamora de una actriz depresiva
que ensaya sus papeles metida en una tina de baño, al otro lado de la ventana,
desde la cual establecen contacto visual.
Esta historia, a color, es el resultado de una obra teatral que crea un
dramaturgo que se encuentra con el director. La realidad de los años 50´s se
desarrolla en blanco y negro, como una caja dentro de otra más grande. Ambos
universos en algunos momentos se comunican y en los dos se expresan los dramas
internos de los hombres y mujeres que se encuentran dentro de ellos.
Son notorias las campanillas del reparto que tiene esta película. Todos los
actores y todas las actrices son famosos. Tom Hanks, Jeff Goldblum, Adrien
Brody, Scarlett Johansson, Tilda Swinton, Jason Swartzman, Brian Craston.
La crítica recurrente a la cinematografía de Wes Anderson tal vez es su
mayor virtud, su notorio trabajo de acabamiento formal, versus su poco énfasis
en lo narrativo. Los espectadores de sus filmes ya reconocemos inmediatamente
su estilo, virtuoso, preciso y una imponente paleta de colores, que nos lleva a
una pintura en movimiento. De sus encuadres creativos, sus simetrías estrictas,
sus hermosos travellings que hablan de un trabajo escrupuloso de
difíciles ejecuciones, podemos extraer un minucioso estilo con características
uniformes que se repiten en cada uno de sus películas, hecho que es inevitable
en un artista que lucha contra sus propias obsesiones, domándolas como un
caballo de paso.
Los decorados cuentan con una meticulosidad admirable, de tal modo que los
giros de 360 grados que realizan sus cámaras, muestran las locaciones del
pueblo con su continuidad normal generando la sensación en sus espectadores de
que semejante ambientación, es un conjunto de construcciones urbanísticas naturalmente
puestas allí. El contraste estético adquiere coherencia con los caracteres y temperamentos
de los personajes, que son proclives a expresar frases económicas, libres de
arabescos, que alejan sus reacciones de personajes paisajísticos que existen en
la realidad tal como la vemos. Las obsesiones de aquellos se funden con la
formalidad estética. Pero el cuidado de los trazados estéticos, a veces
obnubila las características de esos personajes que tienen un mundo psicológico
propio, con ansiedades que exigen tratamiento.
Por eso, las críticas políticas y las críticas culturales que puedan
extraerse de esta película, resultan invisibilizadas por los acabados
estéticos. Los miedos de los personajes a situaciones apremiantes como la
asunción de la responsabilidad por el cuidado de una familia. O el impacto de
la noticia en los pequeños, sobrepasan las energías del padre. La amenaza extraterrestre,
ayuda a paliar el conflicto, pero mientras los sucesos ocurren en la sociedad exterior,
los personajes siguen atribulados. Los niños en la escuela no están motivados
por los conocimientos impartidos por la profesora, pero rebosan alegría ante el
baile que emprenden en medio de una clase. La soledad de un abuelo que decide
viajar desde su rancho a recoger a sus nietos, muestra el abandono emocional de
los ancianos en el panorama actual. La depresión evidente de una actriz que
cuida de su pequeña hija, desnuda un ambiente de exigencias y presiones
sociales hostiles a los actores de ese campo histriónico norteamericano. La
crisis de creatividad que experimentan tanto el guionista como el director de
la obra trasciende los universos temporales. La formalidad estética permanece
del mismo modo que la psicología
comportamental de los hombres y las mujeres moldeados por una sociedad paranoica
que tiene la firme convicción de mantenerse como la potencia militar y política
más fuerte del planeta tierra.
Con “Ateroid day”, Wes Anderson reafirma su estilo. Inconfundible y
preciso, hecho para sí, como lo siente y lo expresa y que a veces coincide con
los gustos del gran público. Más allá de eso, nos encontramos frente a un
creador auténtico.
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