Adentro
Escher
Mudamos de piel tan rápidamente que no nos damos cuenta cuándo pasó. Sin embargo,
hay años que se pasan conviviendo con la miseria y la ruindad de los otros. Esos
son los más duros y no entiende uno cuál es el sustrato de los logros humanos.
Pasamos por una calle oscura, y en medio de la lluvia nos detenemos a pensar
que tal vez, vivimos un castigo inmerecido por las culpas de otro que engendró una
vida sin que esta se lo pidiera. En todo caso, la vertiginosidad del tiempo no
admite reproches ni queja frente a las circunstancias. No hay tanta
selectividad en el mundo como algunos creen. Quienes han conseguido dinero
forjándose un presente exitoso no deben jactarse de nada; quienes, con el
transcurso de los años, apenas tienen para comer, tampoco tienen muchos
argumentos para flagelarse. Quienes esgrimen su fortuna económica para diferenciarse
de los otros saben poco o no saben que lo efímero de la vida no admite distinciones;
que la mortalidad de los hombres y mujeres que poblamos esta tierra nos iguala
en posesiones.
Pero hay algo más complejo que las explicaciones monetarias para entender
por qué una existencia tiene este o aquel talante. El espesor de la vida no es
matemático, tiene miles de derivas que nos hacen perder el camino y la mente
humana apenas puede percatarse de algo. Pero no hay camino. Habitamos el mundo sin
saber nada. La ciencia se ha enriquecido con su pantomima de verdad cuando no
tiene la más mínima idea de por qué suceden las cosas. Y cuanto más transita
por el sendero de la razón más se da cuenta que indagar es un nuevo comienzo
sin norte ni horizonte de modo tal que ha entretenido a miles de hombres
buscando respuestas imposibles para dudas imposibles. Hemos inventado la
filosofía para que el tedio no nos termine de aniquilar.
Lo cierto es que al hombre común, que somos todos, le pasan cosas que es
mejor no tratar de explicar. Que mejor se queden ahondando en el misterio, que
las luces no lleguen para encandilar la calidez de una oscuridad que nos mantiene
vivos. El asomo de explicaciones que los resuelvan todo es una amenaza de la
tranquilidad humana. Ese hombre común llega a una esquina oscura, la lluvia lo
salpica sin contemplación y su estómago pide ingesta para sobrevivir esa noche
porque mañana tendrá sus propias preocupaciones. Las necesidades se renovarán
como la esperanza que no tiene, de que en algún momento la suerte condescienda
ese engendro de exhalaciones irregulares que el viento habrá de llevarse
pronto. De esos momentos convergentes, se extrae la dulzura del universo. De esa soledad infligida por esas mismas
circunstancias surgen pensamientos e ideas que se confunden buscando respuestas,
pero sin pensar en que algún día las habremos de conseguir. Porque los enigmas
permiten mantener la tensión en el alma del hombre. El sufrimiento es una flor
inmarcesible que mantiene viva la necesidad de seguir viviendo.
Por eso la decisión de plegarse o no a la corriente es la decisión más trascendental
de una persona. Los padres van marcando el ritmo de una vida, delineando un
perfil que muchas veces no concuerda con la sensibilidad de un alma que emerge
al mundo. Arruinan sueños con compendios de normas que no tienen la más mínima
conectividad con alguien que apenas va formando su propio reconocimiento. En el
desencadenamiento de lo cotidiano echamos a perder a los niños y niñas con dictados
que fijamos arbitrariamente sin escucharlos primero. Proyectamos nuestras
energías en las ondas vibracionales de un pequeño que se obnubila con los
otros. Si hay amor en el mundo, dejemos que el cauce de la naturaleza esculpa
sus deseos en las ansiedades y obsesiones de los que llegan. Que la cultura no
imponga su huella poderosa sobre quienes no saben si quiera cómo afirmarse en
el piso.
Es importante que el silencio haga su trabajo en nosotros sin
interrupciones malsanas que derraman los vicios de la cultura contemporánea. La
soledad es una aliada incondicional que puede marcharse para siempre si no
contemplamos su halo, si no la mimamos como los mejores amantes en medio del
ruido. Las voces internas se activan con
la tranquilidad de una mañana mojada o en la contemplación mística de un paisaje
en la ladera de un monte virginal. Allí se encuentra ubicada la belleza, sin matices
ni puntos medios. Solo la pura belleza que espera mientras nosotros la
buscamos. La vulgaridad de las obligaciones se vuelve más vulgar cuando
desperdiciamos el tiempo buscando riqueza objetual, cuando reemplazamos la
metafísica de los sueños por los sueños de la física económica.
La poesía nos alienta como seres terrígenos, salidos de las mismas entrañas
del universo. Cuando retornamos del mercado al patio de nuestra casa sentimos alivio
y no lo confesamos por temor a parecer demasiado naturales. La procacidad de lo
sencillo es la única esperanza de recobrar nuestro ser. La libertad no es un
artículo que podamos comprar en el mercado. Debemos esperar su llegada y mientras
ello ocurre, se hace necesario vivir con simpleza. El bien más preciado para
cualquier ser vivo es la paz. La tranquilidad del alma es el reflejo de ella.
Ni la guerra más atroz puede perturbarla cuando se han aminorado las perturbaciones
que producen los efectos exteriores, en estos días, tan difundidos por el
dinero y los medios masificados.
El acto de juzgar es una proyección de nuestros vacíos. La experiencia del
otro es un acto irrepetible, por tanto, irreprochable. La sociedad ha creado
mecanismos de control para mantener la convivencia entre iguales. Pero somos
desiguales. Reprimimos comportamientos que nos repudian por no obedecer a los
parámetros del éxito social. La vida de
un indigente no tiene la más mínima tacha si en ello, esa persona encuentra su
ser. Del alcohólico y del drogadicto no percibimos un rastro de felicidad sin
saber que cada uno se aferra al más pequeño de los anzuelos para no naufragar
en su intento de seguir viviendo.
Así, en la pura contemplación del interior, cuando miramos esa esquina
solitaria sobre una calle mojada, rendimos tributo a la plena liberación del alma.
En esa soledad placentera que aloja preguntas que nunca obtendrán respuesta se haya
parte de la felicidad. La incertidumbre de no saber qué pasará mañana es la
puerta de entrada al sueño. Seguir soñando con opciones abiertas entraña
posibles nuevas experiencias. Pero no asegura que esa nueva realidad sea mejor
que la anterior.
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