jueves, 15 de diciembre de 2022

 

 

Huella y camino, Titán

Jorge Abel Carmona Morales




El 29 de enero del año 2017 se apagó la vida de Elkin Ramírez. Un hombre. La voz de miles de jóvenes que han visto un grado más de intensidad en uno de los ritmos musicales más innovadores, más auténticos y más insurgentes que haya dado la sensibilidad humana. El Rock. Elkin labró su carrera musical solo, invocando las buenas energías de amigos que lo acompañaron en el voraz camino de la creación artística, sin otra aspiración que la de transpirar hermosas letras y delicadas melodías que el normal fluir de la vida incorporó en su alma para devenir música en el irregular tránsito del espíritu por esta tierra. ¡Qué noble corazón transido de hermosura nos legó la vida! Apostó su tiempo y su energía por la elaboración parsimoniosa pero eficaz, de líricas sutiles y composiciones sonoras de agudezas inmortalizadas por el genio de estos ciento sesenta y tres centímetros de estatura. Porque la nobleza es eso. Entregarse sin condiciones a la única condición que dictamina la conciencia, buscar la felicidad colectiva develando las sutilezas que el universo desprende todos los días para que sus criaturas puedan lograr unos mínimos de convivencia posible. Se olvidó de sí. Pasó días interminables componiendo con el estómago vacío, pero con el alma llena de bellos sentimientos que han fluido en los acordes misteriosos de los instrumentos que dominó ¡Su voz es el pináculo del talento que compartió sin miramientos! Elkin, eres el rumor de las hojas de los árboles que conversan en la espesura de un bosque ceremonioso donde los titanes anhelan pisar tierra para reencontrarse contigo, Titan. Eres huella y camino, el recuerdo de un paso fugaz pero nutrido de creatividad, un fulgor que levanta fuegos de artificio en las ilusiones evanescentes de miles de jóvenes que aún no encuentran el sendero de vida.  Nobleza es eso. Luchar  contra todos en un país donde el arte está condenado a un cuarto oscuro, mientras los almidonados bolsillos de los dueños de todo dilucidan nuevas formas de ganar más dinero quedándose con la riqueza de la naturaleza y la cultura que  ha sido acumulada en pocas manos. La nobleza tuya dio lecciones invaluables a hombres y mujeres tocados por la superficie delicada de sus sueños, atacados por las obligaciones sociales, ignorados por los señores de la guerra. En este delirio de almas llamado Colombia, destacaste con tu música como un decorado de verdades incandescentes destinadas a cambiar una ética empobrecida por la precariedad espiritual y el mal gusto.  Tu perfeccionismo se convirtió en una lección para las nuevas generaciones; tus modales y tu exigencia, rindieron tributo a las buenas maneras y a la necesidad de hacer las cosas de otro modo, si queremos un mundo mejor. La nobleza de tu corazón inspiró esas poesías cantadas que han continuado la insistencia de ingeniosos bates, para que las personas no olvidaran jamás que el amor y la fraternidad deben anteponerse al intempestivo desborde de las pasiones y que su desenfreno incontrolado, atrae la muerte como un pasatiempo injustificado.   Titán, tú no te has ido. Renaces cada día con el oprobio del mundo. Eres nobleza pletórica de nuevas posibilidades donde la creatividad se dilata eternamente para que nadie olvide su misión en el mundo. Ensalzar la vida como el tesoro más preciado de todos aquellos que propalan la imaginación.

miércoles, 14 de diciembre de 2022

El alma de las cosas

Jorge Abel Carmona morales


Silencio, Henry Füssli


Las cosas tienen alma. Refundimos nuestros pensamientos en el fondo de un cajón y luego, cuando los extraemos, sacamos también algo que ya no estaba. O mejor, sí estaba, pero de otro modo. No es que tengan otra consistencia, ni otro color, ni otro aroma. Sólo tienen un amasijo de recuerdos entremezclados que con el paso del tiempo aparecen extrañados para nosotros. Esa nostalgia de ver aquello que un día fue tan normal, que estuvo allí, al lado de nuestras horas casi sin tocarnos o que, tocándonos, no se hicieron notar, es un misterio. Tienen magnetismo. Ese paisaje de cosas es la constatación de que significan mucho para nosotros. No pueden estar al margen de nuestros días, pasan por la vida convirtiéndose en la nuestra.  Destapas la cajita nacarada de adminículos que has venidos acumulando en tu memoria, que han sido de tu madre o de tu tía o de tus hermanas mayores y desprenden un aroma de flores que murieron un día para renacer en el momento en que las citas para verlas. El tiempo se detiene, retoma un nuevo aspecto tan cercano en esos recuerdos permanentes, pero tan huidizos en esa plataforma de la memoria cercana. Se juntan todas las personas en un escenario de ojos que ven lo mismo que tú, pero que emanan impresiones distintas en quienes se atreven a levantar esa lapida inmortal de tus impresiones muertas. Sólo allí reconoces que el pasado tiene vida, que lo que llaman años idos es tan sólo la ratificación de que las cosas viven eternamente. Esa ciudad de muertos que se aparece en tu casa y birla el olvido, puede transportarte a la más intrépida de tus alegrías, o puede devolverte la capacidad de llorar sin que apenas lo sepas. O tal vez, pueda construirte un nuevo mundo al que preferirías irte a pasar el resto de tu vida.  Las cosas tienen vida. Son la vida de quienes se movieron contigo en la dimensión en donde decidiste pasar un momento a solas pero acompañado de almas que no te pidieron compañía y que te dieron su tiempo para compartirlo en un mal trago o en el más apoteósico de los instantes duraderos. Cuando ellas mueren, cuando no las ves y cuando destruyes su forma, distorsionas el pasado. Se achica o se agranda, se vuelve flexible como una varita de plástico delgada que no alcanzas a abarcar con tus manos. Así como las imágenes de las personas que quisiste y a las que has erigido como continuación de la materia que las cosas te regala, así has prolongado tu alma a través de los recuerdos.  Quizás una nueva vida no es cambiar de imagen sino cambiar de cosas. Asumir que las cosas no perpetúan mis recuerdos, deshacerse de ellas, es deshacerse de los otros. Esas cosas que vaciaron tu aliento hasta hacerlo un recuerdo, son el alma de lo que llaman vida.

 14 de diciembre del 2022 

martes, 6 de diciembre de 2022

 

El ruido sobre el estanque de patos


De Chris Smith


En el documental los autores tienen la oportunidad de expresar de modo más escueto las ideas que quieren mostrarle al público. Son confesionales, por eso conmueven, remueven y promueven una gama de sentimientos tan cercanos, tan íntimos, tan nuestros, que tal vez la ficción no puede. Las imágenes parecen tomadas de nuestra propia realidad. Comunican, son menos  mediación. Como el documental dirigido por Chris Smith, sobre la obra, la vida y la relación con su hijo del cineasta estadounidense Robert Downey Sr, un personaje tan original como los que describe en sus películas de bajo presupuesto, tan llenas de rebeldía. Títulos como “Putney Swope”, “Pound” o “Up the academy” fueron recibidas con entusiasmo por muchos críticos exigentes, no tanto por el gran público, que vio, en esas historias setenteras y en esos personajes bizarros, mensajes que nunca pudieron comprender.

La obra de este director adicto a la captura de imágenes espontáneas, obtuvo los suficientes adeptos como para que su nombre no quedara en el olvido y también le granjeó a las personas que supieron aplaudirlo y hasta quedarse a su lado para siempre como su primera esposa Elsie Ann, madre de sus dos hijos, incluido Robert Downey Jr. A este, su padre lo crio de un modo muy particular, más como un amigo de infancia que como su progenitor; lo inició en la adicción a las drogas ofreciéndole un cigarrillo de marihuana, en el momento en que su hijo probaba una copa de vino blanco; lo incorporó a los repartos de sus películas desde que éste apenas era un niño; le heredó ese humor negro tan característico de ambos que se refleja en cada una de sus películas. Lo curioso es que el viejo director, nunca tuvo el éxito que sí tuvo su hijo, pero su mundo cinematográfico siempre pudo expresarse de modo libre, su andadura por el arte tiene sus orígenes en cualquier imagen que su alma inconforme le mostraba. En el documental “Rittenhouse Square” podemos apreciar cómo el director se divierte filmando escenas en un parque con la libertad con la que un niño juega sin que nadie le interrumpa la alegría del atavismo infantil. De su vida llena de contrastes, el documental destaca las hermosas amistades que desarrolló con sus actores, la empatía que forjó con sus esposas y con sus hijos, pero sobre todo la personalidad descomplicada y atractiva para los demás, quienes nunca lo juzgaron. Su creatividad, estaba en el centro de su vida, una cámara como testigo de su mirada penetrante de la realidad que lo circunda. Como unas crías de patos que se pavonean en un estanque newyorkino mientras los edificios de la gran urbe intentan tragárselo todo; como el seguimiento de esas crías hasta que son adultas, en el mismo estanque y los ojos del director encima destacando las maravillas de las pequeñas alegrías que subsisten por debajo del glamour y la fama. A Robert Downey Sr, realmente le molestaba tanto protocolo, por eso cada vez que podía lanzaba sus dardos venenosos contra la gran industria cinematográfica. Lo hizo cuando tuvo la oportunidad de defender a su hijo por las acusaciones de adicción a las drogas y lo hizo con cada una de sus imágenes, sencillas, llenas de una gracia que sólo el ojo avizor de un artista es capaz de percibir.

Su obra es una colección de piezas independientes que nunca tuvieron los márgenes de taquilla suficientes para asegurar su siguiente proyecto. Vagabundos durmiendo en la calle, prostitutas callejeras, prisioneros deschavetados que luchan por ganarse un lugar en el mundo, son una serie de personajes salidos de cualquier parámetro. Las historias que contaba fueron creaciones propias, sin la intervención de productores capitalistas que pudieran trasquilarle sus ideas. Pero su principal obra fue la originalidad, el deseo de burlarse de todo sin pretensiones económicas ni publicitarias. Sus 20 años sumergido en la adicción a los estupefacientes, apenas le dieron respiro para expresar lo que había recopilado en su corazón durante tanto tiempo de oscuridad. El humor retorcido de sus películas estaba pintado de rebeldía juvenil que nunca pudo alejar de su vida.

La relación con su hijo estuvo llena de un profundo amor. La mezcla de huella artística e irresponsabilidad es palpable en las imágenes que el director del documental nos ofrece. Su hijo estaba siempre a su lado, de tal modo que el padre le pegó lo bueno y lo malo. Robert Downey Jr. es una prolongación artística de ese singular hombre que se fue a los 85 años en su natal Nueva York.  El último proyecto del viejo director es también el último suspiro de vida de todos quienes lo acompañaron en sus últimos momentos, presa final del Parkinson que lo aquejó durante la vejez. La robustez del padre es un testimonio de la valentía de un hombre por expresar libremente lo que veía, lo que pensaba. Así lo vieron sus allegados. Como un hombre sin pretensiones, pero con un talento enorme para captar la realidad menos trascendente, aquella que olvidamos por estar mirando hacia arriba.

El documental de nombre “Sr.” no es un homenaje infundado hacia el padre de una estrella de Hollywood. Es el homenaje a un hombre que labró su vida con plena libertad. Un personaje desencantado de sí. Alguien que supo burlarse de los otros porque ya estaba harto de burlarse de sí mismo.