miércoles, 14 de diciembre de 2022

El alma de las cosas

Jorge Abel Carmona morales


Silencio, Henry Füssli


Las cosas tienen alma. Refundimos nuestros pensamientos en el fondo de un cajón y luego, cuando los extraemos, sacamos también algo que ya no estaba. O mejor, sí estaba, pero de otro modo. No es que tengan otra consistencia, ni otro color, ni otro aroma. Sólo tienen un amasijo de recuerdos entremezclados que con el paso del tiempo aparecen extrañados para nosotros. Esa nostalgia de ver aquello que un día fue tan normal, que estuvo allí, al lado de nuestras horas casi sin tocarnos o que, tocándonos, no se hicieron notar, es un misterio. Tienen magnetismo. Ese paisaje de cosas es la constatación de que significan mucho para nosotros. No pueden estar al margen de nuestros días, pasan por la vida convirtiéndose en la nuestra.  Destapas la cajita nacarada de adminículos que has venidos acumulando en tu memoria, que han sido de tu madre o de tu tía o de tus hermanas mayores y desprenden un aroma de flores que murieron un día para renacer en el momento en que las citas para verlas. El tiempo se detiene, retoma un nuevo aspecto tan cercano en esos recuerdos permanentes, pero tan huidizos en esa plataforma de la memoria cercana. Se juntan todas las personas en un escenario de ojos que ven lo mismo que tú, pero que emanan impresiones distintas en quienes se atreven a levantar esa lapida inmortal de tus impresiones muertas. Sólo allí reconoces que el pasado tiene vida, que lo que llaman años idos es tan sólo la ratificación de que las cosas viven eternamente. Esa ciudad de muertos que se aparece en tu casa y birla el olvido, puede transportarte a la más intrépida de tus alegrías, o puede devolverte la capacidad de llorar sin que apenas lo sepas. O tal vez, pueda construirte un nuevo mundo al que preferirías irte a pasar el resto de tu vida.  Las cosas tienen vida. Son la vida de quienes se movieron contigo en la dimensión en donde decidiste pasar un momento a solas pero acompañado de almas que no te pidieron compañía y que te dieron su tiempo para compartirlo en un mal trago o en el más apoteósico de los instantes duraderos. Cuando ellas mueren, cuando no las ves y cuando destruyes su forma, distorsionas el pasado. Se achica o se agranda, se vuelve flexible como una varita de plástico delgada que no alcanzas a abarcar con tus manos. Así como las imágenes de las personas que quisiste y a las que has erigido como continuación de la materia que las cosas te regala, así has prolongado tu alma a través de los recuerdos.  Quizás una nueva vida no es cambiar de imagen sino cambiar de cosas. Asumir que las cosas no perpetúan mis recuerdos, deshacerse de ellas, es deshacerse de los otros. Esas cosas que vaciaron tu aliento hasta hacerlo un recuerdo, son el alma de lo que llaman vida.

 14 de diciembre del 2022 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario