martes, 6 de diciembre de 2022

 

El ruido sobre el estanque de patos


De Chris Smith


En el documental los autores tienen la oportunidad de expresar de modo más escueto las ideas que quieren mostrarle al público. Son confesionales, por eso conmueven, remueven y promueven una gama de sentimientos tan cercanos, tan íntimos, tan nuestros, que tal vez la ficción no puede. Las imágenes parecen tomadas de nuestra propia realidad. Comunican, son menos  mediación. Como el documental dirigido por Chris Smith, sobre la obra, la vida y la relación con su hijo del cineasta estadounidense Robert Downey Sr, un personaje tan original como los que describe en sus películas de bajo presupuesto, tan llenas de rebeldía. Títulos como “Putney Swope”, “Pound” o “Up the academy” fueron recibidas con entusiasmo por muchos críticos exigentes, no tanto por el gran público, que vio, en esas historias setenteras y en esos personajes bizarros, mensajes que nunca pudieron comprender.

La obra de este director adicto a la captura de imágenes espontáneas, obtuvo los suficientes adeptos como para que su nombre no quedara en el olvido y también le granjeó a las personas que supieron aplaudirlo y hasta quedarse a su lado para siempre como su primera esposa Elsie Ann, madre de sus dos hijos, incluido Robert Downey Jr. A este, su padre lo crio de un modo muy particular, más como un amigo de infancia que como su progenitor; lo inició en la adicción a las drogas ofreciéndole un cigarrillo de marihuana, en el momento en que su hijo probaba una copa de vino blanco; lo incorporó a los repartos de sus películas desde que éste apenas era un niño; le heredó ese humor negro tan característico de ambos que se refleja en cada una de sus películas. Lo curioso es que el viejo director, nunca tuvo el éxito que sí tuvo su hijo, pero su mundo cinematográfico siempre pudo expresarse de modo libre, su andadura por el arte tiene sus orígenes en cualquier imagen que su alma inconforme le mostraba. En el documental “Rittenhouse Square” podemos apreciar cómo el director se divierte filmando escenas en un parque con la libertad con la que un niño juega sin que nadie le interrumpa la alegría del atavismo infantil. De su vida llena de contrastes, el documental destaca las hermosas amistades que desarrolló con sus actores, la empatía que forjó con sus esposas y con sus hijos, pero sobre todo la personalidad descomplicada y atractiva para los demás, quienes nunca lo juzgaron. Su creatividad, estaba en el centro de su vida, una cámara como testigo de su mirada penetrante de la realidad que lo circunda. Como unas crías de patos que se pavonean en un estanque newyorkino mientras los edificios de la gran urbe intentan tragárselo todo; como el seguimiento de esas crías hasta que son adultas, en el mismo estanque y los ojos del director encima destacando las maravillas de las pequeñas alegrías que subsisten por debajo del glamour y la fama. A Robert Downey Sr, realmente le molestaba tanto protocolo, por eso cada vez que podía lanzaba sus dardos venenosos contra la gran industria cinematográfica. Lo hizo cuando tuvo la oportunidad de defender a su hijo por las acusaciones de adicción a las drogas y lo hizo con cada una de sus imágenes, sencillas, llenas de una gracia que sólo el ojo avizor de un artista es capaz de percibir.

Su obra es una colección de piezas independientes que nunca tuvieron los márgenes de taquilla suficientes para asegurar su siguiente proyecto. Vagabundos durmiendo en la calle, prostitutas callejeras, prisioneros deschavetados que luchan por ganarse un lugar en el mundo, son una serie de personajes salidos de cualquier parámetro. Las historias que contaba fueron creaciones propias, sin la intervención de productores capitalistas que pudieran trasquilarle sus ideas. Pero su principal obra fue la originalidad, el deseo de burlarse de todo sin pretensiones económicas ni publicitarias. Sus 20 años sumergido en la adicción a los estupefacientes, apenas le dieron respiro para expresar lo que había recopilado en su corazón durante tanto tiempo de oscuridad. El humor retorcido de sus películas estaba pintado de rebeldía juvenil que nunca pudo alejar de su vida.

La relación con su hijo estuvo llena de un profundo amor. La mezcla de huella artística e irresponsabilidad es palpable en las imágenes que el director del documental nos ofrece. Su hijo estaba siempre a su lado, de tal modo que el padre le pegó lo bueno y lo malo. Robert Downey Jr. es una prolongación artística de ese singular hombre que se fue a los 85 años en su natal Nueva York.  El último proyecto del viejo director es también el último suspiro de vida de todos quienes lo acompañaron en sus últimos momentos, presa final del Parkinson que lo aquejó durante la vejez. La robustez del padre es un testimonio de la valentía de un hombre por expresar libremente lo que veía, lo que pensaba. Así lo vieron sus allegados. Como un hombre sin pretensiones, pero con un talento enorme para captar la realidad menos trascendente, aquella que olvidamos por estar mirando hacia arriba.

El documental de nombre “Sr.” no es un homenaje infundado hacia el padre de una estrella de Hollywood. Es el homenaje a un hombre que labró su vida con plena libertad. Un personaje desencantado de sí. Alguien que supo burlarse de los otros porque ya estaba harto de burlarse de sí mismo.

 

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