El ruido sobre el estanque de patos
De Chris Smith
En el documental los autores tienen la oportunidad de expresar de modo más
escueto las ideas que quieren mostrarle al público. Son confesionales, por eso conmueven,
remueven y promueven una gama de sentimientos tan cercanos, tan íntimos, tan
nuestros, que tal vez la ficción no puede. Las imágenes parecen tomadas de
nuestra propia realidad. Comunican, son menos mediación. Como el documental dirigido por Chris
Smith, sobre la obra, la vida y la relación con su hijo del cineasta
estadounidense Robert Downey Sr, un personaje tan original como los que
describe en sus películas de bajo presupuesto, tan llenas de rebeldía. Títulos
como “Putney Swope”, “Pound” o “Up the academy” fueron recibidas con entusiasmo
por muchos críticos exigentes, no tanto por el gran público, que vio, en esas
historias setenteras y en esos personajes bizarros, mensajes que nunca pudieron
comprender.
La obra de este director adicto a la captura de imágenes espontáneas,
obtuvo los suficientes adeptos como para que su nombre no quedara en el olvido
y también le granjeó a las personas que supieron aplaudirlo y hasta quedarse a
su lado para siempre como su primera esposa Elsie Ann, madre de sus dos hijos,
incluido Robert Downey Jr. A este, su padre lo crio de un modo muy particular,
más como un amigo de infancia que como su progenitor; lo inició en la adicción
a las drogas ofreciéndole un cigarrillo de marihuana, en el momento en que su
hijo probaba una copa de vino blanco; lo incorporó a los repartos de sus
películas desde que éste apenas era un niño; le heredó ese humor negro tan característico
de ambos que se refleja en cada una de sus películas. Lo curioso es que el
viejo director, nunca tuvo el éxito que sí tuvo su hijo, pero su mundo
cinematográfico siempre pudo expresarse de modo libre, su andadura por el arte
tiene sus orígenes en cualquier imagen que su alma inconforme le mostraba. En
el documental “Rittenhouse Square” podemos apreciar cómo el director se
divierte filmando escenas en un parque con la libertad con la que un niño juega
sin que nadie le interrumpa la alegría del atavismo infantil. De su vida llena
de contrastes, el documental destaca las hermosas amistades que desarrolló con
sus actores, la empatía que forjó con sus esposas y con sus hijos, pero sobre todo
la personalidad descomplicada y atractiva para los demás, quienes nunca lo
juzgaron. Su creatividad, estaba en el centro de su vida, una cámara como
testigo de su mirada penetrante de la realidad que lo circunda. Como unas crías
de patos que se pavonean en un estanque newyorkino mientras los edificios de la
gran urbe intentan tragárselo todo; como el seguimiento de esas crías hasta que
son adultas, en el mismo estanque y los ojos del director encima destacando las
maravillas de las pequeñas alegrías que subsisten por debajo del glamour y la
fama. A Robert Downey Sr, realmente le molestaba tanto protocolo, por eso cada
vez que podía lanzaba sus dardos venenosos contra la gran industria
cinematográfica. Lo hizo cuando tuvo la oportunidad de defender a su hijo por
las acusaciones de adicción a las drogas y lo hizo con cada una de sus
imágenes, sencillas, llenas de una gracia que sólo el ojo avizor de un artista
es capaz de percibir.
Su obra es una colección de piezas independientes que nunca tuvieron los
márgenes de taquilla suficientes para asegurar su siguiente proyecto. Vagabundos
durmiendo en la calle, prostitutas callejeras, prisioneros deschavetados que
luchan por ganarse un lugar en el mundo, son una serie de personajes salidos de
cualquier parámetro. Las historias que contaba fueron creaciones propias, sin
la intervención de productores capitalistas que pudieran trasquilarle sus ideas.
Pero su principal obra fue la originalidad, el deseo de burlarse de todo sin
pretensiones económicas ni publicitarias. Sus 20 años sumergido en la adicción
a los estupefacientes, apenas le dieron respiro para expresar lo que había
recopilado en su corazón durante tanto tiempo de oscuridad. El humor retorcido
de sus películas estaba pintado de rebeldía juvenil que nunca pudo alejar de su
vida.
La relación con su hijo estuvo llena de un profundo amor. La mezcla de
huella artística e irresponsabilidad es palpable en las imágenes que el
director del documental nos ofrece. Su hijo estaba siempre a su lado, de tal
modo que el padre le pegó lo bueno y lo malo. Robert Downey Jr. es una
prolongación artística de ese singular hombre que se fue a los 85 años en su
natal Nueva York. El último proyecto del
viejo director es también el último suspiro de vida de todos quienes lo acompañaron
en sus últimos momentos, presa final del Parkinson que lo aquejó durante la
vejez. La robustez del padre es un testimonio de la valentía de un hombre por
expresar libremente lo que veía, lo que pensaba. Así lo vieron sus allegados.
Como un hombre sin pretensiones, pero con un talento enorme para captar la
realidad menos trascendente, aquella que olvidamos por estar mirando hacia
arriba.
El documental de nombre “Sr.” no es un homenaje infundado hacia el padre de
una estrella de Hollywood. Es el homenaje a un hombre que labró su vida con
plena libertad. Un personaje desencantado de sí. Alguien que supo burlarse de
los otros porque ya estaba harto de burlarse de sí mismo.
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