Pobres criaturas
Un director no convencional llega con su última película, cuyo éxito en
algunos festivales internacionales como el de Venecia, augura un mayor alcance
en la próxima ceremonia de los Premios Óscar a celebrarse en pocos días. Yorgos
Lanthimos, director griego y autor de algunos títulos cinematográficos como “Canino”,
“El sacrificio de un siervo sagrado” y “La favorita”, dirige a un excelente reparto que eleva aún más esta
película que, sin lugar a dudas, constituye el punto de calidad más alto de su
carrera. Mark Ruffalo, quien no desentona, en medio de las otras dos estrellas,
nos regala una actuación desenfadada pero seria, cuyos desafíos histriónicos lo
convierten en un profesional versátil, convincente en su papel de hombre liberado,
jugador y amante de los placeres, que contribuye a sacar de la burbuja en la
que se encuentra esta joven recién salida del cascarón. Es un peldaño más que
debe escalar Bella para conocer el mundo, para enamorarse y desenamorarse de su
exceso de libertad. Por su parte, Willem Dafoe, un actor seguro, al que todos estamos
acostumbrados a verlo interpretar excelentes personajes, sin que haya sido lo suficientemente
premiado por ello. Su rol es el de un padre y científico que ama a su nueva
creación pero que es capaz de desprenderse de sus afectos para que ella pueda
ser libre. Su trabajo y su corazón están encaminados a permitir que su pequeña
Bella Baxter pueda experimentar lo que la naturaleza infantil y candorosa de
aquella jovencita le impelen a realizar, en su camino por tres ciudades que le
brindarán más vida. A diferencia del doctor Frankestein, esta película no tiene
los elementos espectrales ni ominosos que sugiere la novela de Mary Shelley,
sino que auspicia un personaje sobreprotector pero que también cede a los
deseos de libertad que Bella le reclama. Y, el personaje más refulgente de la
película es Bella, interpretada por Emma Stone, una actriz que ha demostrado su
enorme calidad en obras anteriores. Aquí luce por desinhibición, brilla por esa
conjunción de inocencia y crueldad que la misma vida ha sabido infundirle como
un castigo por tanta libertad, porque el conocimiento, como lo vivió en carne
propia Frankestein, es un doloroso sumergimiento en el alma humana. Bella experimenta
su nueva conexión con el cuerpo a través del sexo, pero teniendo claro que los sentimientos
no deben mezclarse con sus convicciones o sus promesas que son acuerdos con
personas que estuvieron primero.
Yorgos Lanthimos construye un mundo muy original para este personaje
demasiado original. Los encuadres, los planos, los movimientos de personajes y
de cámaras, son una sinfonía cuya instrumentación suena armónicamente. Hay una
construcción artística propia de un esteta, que juega con los recursos a su
disposición para construir esta pequeña obra maestra. Sus efectismos logrados
con las cámaras ojos de pez generan una sensación de encerramiento, de orificio
por el cual podemos ver el mundo opresivo de Bella, así como nos lo ha mostrado
varias veces Terry Gilliam en algunas de sus películas. Y a ese
enclaustramiento, se suman los escenarios impresionistas al estilo de Nosferatu
o de algunas obras de Murnau.
La historia, adaptada de la novela “Poor Things”, escrita por el escritor escocés Alasdair Gray, no pretende
juzgar las razones por las cuales Bella sale de su cascarón para sumergirse en
el camino tortuoso de una vida que no conoce. Su mente es una construcción
salida de su padre. Sus deseos son los de una niña que busca satisfacer las
respuestas que le va generando ese cúmulo de experiencias que va teniendo. Su cerebro
es el cerebro de un bebé que nunca terminó de nacer, que se incrusta obligado
en el cráneo de una mujer suicida. Cuando Bella conoce a un hombre que le
ofrece un mundo nuevo, prometido a un ser que no tiene maldad, decide perseguir
sus deseos más sinceros. En Lisboa potencia su satisfacción sexual, sin el menor
de los pudores; en Alejandría sabe que los absolutos no tienen cabida en ella,
sus pensamientos encuentran nuevos aliados con sus dos acompañantes que siembran semillas de duda en
su mente. El encerramiento en aquel crucero, es un obstáculo para realizarse
como ser. Conoce también que el mal y la miseria del mundo son dos ingredientes
comunes en la sociedad de la cual todavía no hace parte. En París, se vuelve
puta y descubre que un placer tan natural como el del sexo, también tiene sus
límites y un hombre paga por satisfacer los deseos de la carne.
De regreso donde su padre, conoce toda la verdad y entiende que a pesar de
las dificultades que no son puestas por mano propia, sino, que son producto de
las obsesiones egoístas de los otros, son las que determinan el camino. La
posibilidad de hacer el mal es una posibilidad cierta que Bella experimenta y
también se puede aprender de él.
Con “Pobres criaturas”, de Yorgos Lanthimos, encontramos una bocanada de
aire entre tanto formalismo cinematográfico que va por la apuesta segura, cuyo
propósito sólo se encuentra en el rédito económico. La recuperación de estilos cinematográficos
retro, es más bien una recuperación sustancial de la creatividad artística.
Esta obra fílmica es un aporte audiovisual a la necesidad de comprender la
naturaleza humana, a través de un personaje inolvidable, Bella Baxter, quien
nos recuerda que la inocencia existió alguna vez en cada uno de nosotros y
hemos venido dejándola de lado, con las responsabilidades sociales que nos agobian
cotidianamente.
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