Una y otra vez
Paul Klee
El recuerdo me hace volver a sitios que pensé no volvería a visitar en lo
que me queda de vida. Llega de súbito a mi mente y me intranquiliza, no necesariamente
me indispone contra la vida, sino que me saca de la realidad. Porque para mí
recordar es soñar. Es solo abandonarme a otra época, ya vivida por el conjunto
de mis experiencias, algunas de ellas que siempre he preferido olvidar. Tan
arrobadores son ciertos momentos, visitas inesperadas y siempre bienvenidas que
me interpelan en lo ético ¿habré obrado mal? Incluso el cuerpo cambia, siento
variaciones de temperatura por dentro y me ruborizo o siento deseos de esconderme,
estando solo. Hablo conmigo, me recrimino, evalúo comportamientos de los cuales
no estoy orgulloso. Pero asimismo se van como si no hubieran llegado nunca,
porque sé que tarde o temprano habrán de regresar.
Creo que tengo miles de culpas y ellas me llenan de sentimientos diversos.
A veces los recuerdos son placeres físicos y escapes emocionales que urden
ideas dentro de mí. Soy nostálgico. Me gusta el pasado como un vicio difícil de
dejar. Pese a que el dolor es un componente usual dentro de ellos, recordar lo
que ahora no puede tocarme físicamente rememora otra época, menos feliz tal
vez, pero cargada de un sentido colectivo, reproducido por un detonante secreto,
inconsciente. Yo sé que todo está ahi. Solo basta un momento para que todo se
revuelva y me haga salir. Con mis amigos los libros me siento a gusto. De tanta
información algunas veces queda algo. Esa mezcla de palabras y de imágenes ha
creado un mundo propio, que tiene vida y que de vez en cuando, sale a la
superficie interpelándome placenteramente, incluso, las desavenencias con el
pasado, son advertencias de mi propia condición. Mis líos con el presente son líos
entre lo que espero de todo y lo que la vida me entrega. La felicidad que encuentro en la frágil
sustancia del sueño no tiene un punto de contacto con lo que veo. Esos mundos
esculpidos por el tiempo no se han ido. El pasado me persigue y a veces me
asalta dejándome exhausto. Yo sé que
esas vivencias están latentes. Yo sé que la próxima vez que despierten abrirán
un portal entre el pasado y el presente. Y cada vez traerán nueva información,
nuevos repliegues dimensionales de un tiempo que se niega a morir. Yo soy la
proyección de un vago demiurgo que moldea mis nuevas experiencias a la luz de
una juventud ida. No me siento viejo por el paso de los años sino por la
repetición de visiones que aterran mi alma como si temiera vivirlas otra vez. Y
cuando pienso en esa posibilidad inmediatamente descarto mi posible deseo de
regresar mentalmente allí. Espero poco. Sólo quiero hundirme cada que esa
vistita decida tocar a mi puerta. Yo no quiero esperarla. Solo quiero que
llegue y arranque mi puerta como arranca mi vida cada vez.
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