lunes, 15 de junio de 2020


Una y otra vez

Paul Klee

El recuerdo me hace volver a sitios que pensé no volvería a visitar en lo que me queda de vida. Llega de súbito a mi mente y me intranquiliza, no necesariamente me indispone contra la vida, sino que me saca de la realidad. Porque para mí recordar es soñar. Es solo abandonarme a otra época, ya vivida por el conjunto de mis experiencias, algunas de ellas que siempre he preferido olvidar. Tan arrobadores son ciertos momentos, visitas inesperadas y siempre bienvenidas que me interpelan en lo ético ¿habré obrado mal? Incluso el cuerpo cambia, siento variaciones de temperatura por dentro y me ruborizo o siento deseos de esconderme, estando solo. Hablo conmigo, me recrimino, evalúo comportamientos de los cuales no estoy orgulloso. Pero asimismo se van como si no hubieran llegado nunca, porque sé que tarde o temprano habrán de regresar.
Creo que tengo miles de culpas y ellas me llenan de sentimientos diversos. A veces los recuerdos son placeres físicos y escapes emocionales que urden ideas dentro de mí. Soy nostálgico. Me gusta el pasado como un vicio difícil de dejar. Pese a que el dolor es un componente usual dentro de ellos, recordar lo que ahora no puede tocarme físicamente rememora otra época, menos feliz tal vez, pero cargada de un sentido colectivo, reproducido por un detonante secreto, inconsciente. Yo sé que todo está ahi. Solo basta un momento para que todo se revuelva y me haga salir. Con mis amigos los libros me siento a gusto. De tanta información algunas veces queda algo. Esa mezcla de palabras y de imágenes ha creado un mundo propio, que tiene vida y que de vez en cuando, sale a la superficie interpelándome placenteramente, incluso, las desavenencias con el pasado, son advertencias de mi propia condición. Mis líos con el presente son líos entre lo que espero de todo y lo que la vida me entrega.  La felicidad que encuentro en la frágil sustancia del sueño no tiene un punto de contacto con lo que veo. Esos mundos esculpidos por el tiempo no se han ido. El pasado me persigue y a veces me asalta dejándome exhausto.  Yo sé que esas vivencias están latentes. Yo sé que la próxima vez que despierten abrirán un portal entre el pasado y el presente. Y cada vez traerán nueva información, nuevos repliegues dimensionales de un tiempo que se niega a morir. Yo soy la proyección de un vago demiurgo que moldea mis nuevas experiencias a la luz de una juventud ida. No me siento viejo por el paso de los años sino por la repetición de visiones que aterran mi alma como si temiera vivirlas otra vez. Y cuando pienso en esa posibilidad inmediatamente descarto mi posible deseo de regresar mentalmente allí. Espero poco. Sólo quiero hundirme cada que esa vistita decida tocar a mi puerta. Yo no quiero esperarla. Solo quiero que llegue y arranque mi puerta como arranca mi vida cada vez.

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