jueves, 15 de diciembre de 2022

 

 

Huella y camino, Titán

Jorge Abel Carmona Morales




El 29 de enero del año 2017 se apagó la vida de Elkin Ramírez. Un hombre. La voz de miles de jóvenes que han visto un grado más de intensidad en uno de los ritmos musicales más innovadores, más auténticos y más insurgentes que haya dado la sensibilidad humana. El Rock. Elkin labró su carrera musical solo, invocando las buenas energías de amigos que lo acompañaron en el voraz camino de la creación artística, sin otra aspiración que la de transpirar hermosas letras y delicadas melodías que el normal fluir de la vida incorporó en su alma para devenir música en el irregular tránsito del espíritu por esta tierra. ¡Qué noble corazón transido de hermosura nos legó la vida! Apostó su tiempo y su energía por la elaboración parsimoniosa pero eficaz, de líricas sutiles y composiciones sonoras de agudezas inmortalizadas por el genio de estos ciento sesenta y tres centímetros de estatura. Porque la nobleza es eso. Entregarse sin condiciones a la única condición que dictamina la conciencia, buscar la felicidad colectiva develando las sutilezas que el universo desprende todos los días para que sus criaturas puedan lograr unos mínimos de convivencia posible. Se olvidó de sí. Pasó días interminables componiendo con el estómago vacío, pero con el alma llena de bellos sentimientos que han fluido en los acordes misteriosos de los instrumentos que dominó ¡Su voz es el pináculo del talento que compartió sin miramientos! Elkin, eres el rumor de las hojas de los árboles que conversan en la espesura de un bosque ceremonioso donde los titanes anhelan pisar tierra para reencontrarse contigo, Titan. Eres huella y camino, el recuerdo de un paso fugaz pero nutrido de creatividad, un fulgor que levanta fuegos de artificio en las ilusiones evanescentes de miles de jóvenes que aún no encuentran el sendero de vida.  Nobleza es eso. Luchar  contra todos en un país donde el arte está condenado a un cuarto oscuro, mientras los almidonados bolsillos de los dueños de todo dilucidan nuevas formas de ganar más dinero quedándose con la riqueza de la naturaleza y la cultura que  ha sido acumulada en pocas manos. La nobleza tuya dio lecciones invaluables a hombres y mujeres tocados por la superficie delicada de sus sueños, atacados por las obligaciones sociales, ignorados por los señores de la guerra. En este delirio de almas llamado Colombia, destacaste con tu música como un decorado de verdades incandescentes destinadas a cambiar una ética empobrecida por la precariedad espiritual y el mal gusto.  Tu perfeccionismo se convirtió en una lección para las nuevas generaciones; tus modales y tu exigencia, rindieron tributo a las buenas maneras y a la necesidad de hacer las cosas de otro modo, si queremos un mundo mejor. La nobleza de tu corazón inspiró esas poesías cantadas que han continuado la insistencia de ingeniosos bates, para que las personas no olvidaran jamás que el amor y la fraternidad deben anteponerse al intempestivo desborde de las pasiones y que su desenfreno incontrolado, atrae la muerte como un pasatiempo injustificado.   Titán, tú no te has ido. Renaces cada día con el oprobio del mundo. Eres nobleza pletórica de nuevas posibilidades donde la creatividad se dilata eternamente para que nadie olvide su misión en el mundo. Ensalzar la vida como el tesoro más preciado de todos aquellos que propalan la imaginación.

miércoles, 14 de diciembre de 2022

El alma de las cosas

Jorge Abel Carmona morales


Silencio, Henry Füssli


Las cosas tienen alma. Refundimos nuestros pensamientos en el fondo de un cajón y luego, cuando los extraemos, sacamos también algo que ya no estaba. O mejor, sí estaba, pero de otro modo. No es que tengan otra consistencia, ni otro color, ni otro aroma. Sólo tienen un amasijo de recuerdos entremezclados que con el paso del tiempo aparecen extrañados para nosotros. Esa nostalgia de ver aquello que un día fue tan normal, que estuvo allí, al lado de nuestras horas casi sin tocarnos o que, tocándonos, no se hicieron notar, es un misterio. Tienen magnetismo. Ese paisaje de cosas es la constatación de que significan mucho para nosotros. No pueden estar al margen de nuestros días, pasan por la vida convirtiéndose en la nuestra.  Destapas la cajita nacarada de adminículos que has venidos acumulando en tu memoria, que han sido de tu madre o de tu tía o de tus hermanas mayores y desprenden un aroma de flores que murieron un día para renacer en el momento en que las citas para verlas. El tiempo se detiene, retoma un nuevo aspecto tan cercano en esos recuerdos permanentes, pero tan huidizos en esa plataforma de la memoria cercana. Se juntan todas las personas en un escenario de ojos que ven lo mismo que tú, pero que emanan impresiones distintas en quienes se atreven a levantar esa lapida inmortal de tus impresiones muertas. Sólo allí reconoces que el pasado tiene vida, que lo que llaman años idos es tan sólo la ratificación de que las cosas viven eternamente. Esa ciudad de muertos que se aparece en tu casa y birla el olvido, puede transportarte a la más intrépida de tus alegrías, o puede devolverte la capacidad de llorar sin que apenas lo sepas. O tal vez, pueda construirte un nuevo mundo al que preferirías irte a pasar el resto de tu vida.  Las cosas tienen vida. Son la vida de quienes se movieron contigo en la dimensión en donde decidiste pasar un momento a solas pero acompañado de almas que no te pidieron compañía y que te dieron su tiempo para compartirlo en un mal trago o en el más apoteósico de los instantes duraderos. Cuando ellas mueren, cuando no las ves y cuando destruyes su forma, distorsionas el pasado. Se achica o se agranda, se vuelve flexible como una varita de plástico delgada que no alcanzas a abarcar con tus manos. Así como las imágenes de las personas que quisiste y a las que has erigido como continuación de la materia que las cosas te regala, así has prolongado tu alma a través de los recuerdos.  Quizás una nueva vida no es cambiar de imagen sino cambiar de cosas. Asumir que las cosas no perpetúan mis recuerdos, deshacerse de ellas, es deshacerse de los otros. Esas cosas que vaciaron tu aliento hasta hacerlo un recuerdo, son el alma de lo que llaman vida.

 14 de diciembre del 2022 

martes, 6 de diciembre de 2022

 

El ruido sobre el estanque de patos


De Chris Smith


En el documental los autores tienen la oportunidad de expresar de modo más escueto las ideas que quieren mostrarle al público. Son confesionales, por eso conmueven, remueven y promueven una gama de sentimientos tan cercanos, tan íntimos, tan nuestros, que tal vez la ficción no puede. Las imágenes parecen tomadas de nuestra propia realidad. Comunican, son menos  mediación. Como el documental dirigido por Chris Smith, sobre la obra, la vida y la relación con su hijo del cineasta estadounidense Robert Downey Sr, un personaje tan original como los que describe en sus películas de bajo presupuesto, tan llenas de rebeldía. Títulos como “Putney Swope”, “Pound” o “Up the academy” fueron recibidas con entusiasmo por muchos críticos exigentes, no tanto por el gran público, que vio, en esas historias setenteras y en esos personajes bizarros, mensajes que nunca pudieron comprender.

La obra de este director adicto a la captura de imágenes espontáneas, obtuvo los suficientes adeptos como para que su nombre no quedara en el olvido y también le granjeó a las personas que supieron aplaudirlo y hasta quedarse a su lado para siempre como su primera esposa Elsie Ann, madre de sus dos hijos, incluido Robert Downey Jr. A este, su padre lo crio de un modo muy particular, más como un amigo de infancia que como su progenitor; lo inició en la adicción a las drogas ofreciéndole un cigarrillo de marihuana, en el momento en que su hijo probaba una copa de vino blanco; lo incorporó a los repartos de sus películas desde que éste apenas era un niño; le heredó ese humor negro tan característico de ambos que se refleja en cada una de sus películas. Lo curioso es que el viejo director, nunca tuvo el éxito que sí tuvo su hijo, pero su mundo cinematográfico siempre pudo expresarse de modo libre, su andadura por el arte tiene sus orígenes en cualquier imagen que su alma inconforme le mostraba. En el documental “Rittenhouse Square” podemos apreciar cómo el director se divierte filmando escenas en un parque con la libertad con la que un niño juega sin que nadie le interrumpa la alegría del atavismo infantil. De su vida llena de contrastes, el documental destaca las hermosas amistades que desarrolló con sus actores, la empatía que forjó con sus esposas y con sus hijos, pero sobre todo la personalidad descomplicada y atractiva para los demás, quienes nunca lo juzgaron. Su creatividad, estaba en el centro de su vida, una cámara como testigo de su mirada penetrante de la realidad que lo circunda. Como unas crías de patos que se pavonean en un estanque newyorkino mientras los edificios de la gran urbe intentan tragárselo todo; como el seguimiento de esas crías hasta que son adultas, en el mismo estanque y los ojos del director encima destacando las maravillas de las pequeñas alegrías que subsisten por debajo del glamour y la fama. A Robert Downey Sr, realmente le molestaba tanto protocolo, por eso cada vez que podía lanzaba sus dardos venenosos contra la gran industria cinematográfica. Lo hizo cuando tuvo la oportunidad de defender a su hijo por las acusaciones de adicción a las drogas y lo hizo con cada una de sus imágenes, sencillas, llenas de una gracia que sólo el ojo avizor de un artista es capaz de percibir.

Su obra es una colección de piezas independientes que nunca tuvieron los márgenes de taquilla suficientes para asegurar su siguiente proyecto. Vagabundos durmiendo en la calle, prostitutas callejeras, prisioneros deschavetados que luchan por ganarse un lugar en el mundo, son una serie de personajes salidos de cualquier parámetro. Las historias que contaba fueron creaciones propias, sin la intervención de productores capitalistas que pudieran trasquilarle sus ideas. Pero su principal obra fue la originalidad, el deseo de burlarse de todo sin pretensiones económicas ni publicitarias. Sus 20 años sumergido en la adicción a los estupefacientes, apenas le dieron respiro para expresar lo que había recopilado en su corazón durante tanto tiempo de oscuridad. El humor retorcido de sus películas estaba pintado de rebeldía juvenil que nunca pudo alejar de su vida.

La relación con su hijo estuvo llena de un profundo amor. La mezcla de huella artística e irresponsabilidad es palpable en las imágenes que el director del documental nos ofrece. Su hijo estaba siempre a su lado, de tal modo que el padre le pegó lo bueno y lo malo. Robert Downey Jr. es una prolongación artística de ese singular hombre que se fue a los 85 años en su natal Nueva York.  El último proyecto del viejo director es también el último suspiro de vida de todos quienes lo acompañaron en sus últimos momentos, presa final del Parkinson que lo aquejó durante la vejez. La robustez del padre es un testimonio de la valentía de un hombre por expresar libremente lo que veía, lo que pensaba. Así lo vieron sus allegados. Como un hombre sin pretensiones, pero con un talento enorme para captar la realidad menos trascendente, aquella que olvidamos por estar mirando hacia arriba.

El documental de nombre “Sr.” no es un homenaje infundado hacia el padre de una estrella de Hollywood. Es el homenaje a un hombre que labró su vida con plena libertad. Un personaje desencantado de sí. Alguien que supo burlarse de los otros porque ya estaba harto de burlarse de sí mismo.

 

lunes, 7 de noviembre de 2022

 

Sin novedad en el frente de Erich María Remarque




Ya son varias las adaptaciones cinematográficas que se han realizado de la novela: “Sin novedad en el frente”, escrita por el soldado de la primera guerra mundial, Erich Marie Remarque, cuyas vivencias en esa primera gran conflagración inspiraron las palabras que dieron vida a uno de los libros más influyentes del siglo XX. La de 1930, ganó todos los premios conferidos a las obras cinematográficas de la época, incluido el Óscar a la mejor película y a la mejor dirección.  Ahora tenemos la obra dirigida por Edward Berger y protagonizada por Félix Kammerer, quien en un convincente papel del soldado Paul Bäumer, nos regala una poderosa película que revive los horrores de la guerra y cómo se mantienen impresos en la conciencia de la humanidad.

El joven soldado Báumer, es seducido por las apologéticas palabras de un profesor que elogia las bondades de servir a la patria. Su entusiasmo rápidamente lo conduce a las trincheras occidentales en Europa, para darse cuenta al fin que tanta edulcoración oculta todo el dolor que implica meterse en las gargantas de la muerte. Todas las vivencias experimentadas por el soldado son declaradas como un solo sentimiento de miles de asesinatos de muchachos que nunca imaginaron que la alegría y el fervor que les inculcaron los líderes alemanes, eran funcionales a los intereses dirigenciales de políticos que pactaron un conflicto abstracto para ellos, mientras que, para los combatientes, se convirtieron en verdaderas tragedias sentidas en carne propia. La película trae una diferenciación de puntos de vista que se divide en tres partes: En primera instancia, los soldados recorren los campos empantanados, avistando al enemigo, y disparando hacia todos lados como máquinas que no tienen control. Paul mantiene intacto su amor por los amigos con los cuales se mete en esta guerra demencial; lentamente va descubriendo cuál era la verdad de aquello que le pintaron como un servicio al país. El director nos regla hermosas secuencias de acción violenta, en las que encontramos episodios dignos de rememoración. El fuego desperdigado sobre la humanidad de los soldados alemanes por parte de los soldados aliados mediante lanzallamas, potencian la locura de las acciones que los militares realizaron en los campos. La lucha cuerpo a cuerpo entre Paul y un contendiente francés, en el que el soldado alemán hiere a su adversario con varias puñaladas; luego el arrepentimiento que sufre   ante la vida que se extingue; las fotografías de su esposa e hija que extrae de su bolsillo, el intento por salvarle la vida y finalmente, la vida cegada por su propia mano; el llanto, la soledad de un hoyo en el campo mojado por la lluvia impregnada de sangre…

Por otro lado, los ingentes esfuerzos del político interpretado por Daniele Brühl, cuyo hijo murió en esa guerra, y que ahora intenta parar. No obstante, los aliados de la Primera Guerra Mundial, estaban decididos a lograr una abdicación total de Alemania. Más que una, buscaron la humillación que se prolongó hasta el año 2010, cuando esa potencia europea terminó de pagar sus onerosas indemnizaciones, producto del Tratado de Versalles de 1919. Edward nos muestra los afanes vindicativos de los vencedores. El director es enfático en el botín que se obtuvo luego de esta demencial guerra: sólo se corrieron unos metros las trincheras en el frente occidental, pero en cambio murieron más de cincuenta millones de personas.

Por último, las egocéntricas palabras patrioteras de un general alemán, no sabemos con certeza si es Ludendorff o Hindenburg, en las que, recluido en su ostentosa casa, junto a su perro a quien le da trozos de pollo, reflexiona sobre los esfuerzos que todo verdadero alemán debe entregar por una Nación poderosa. Esa prepotencia mezclada con el chauvinismo de los germanos, antes y durante la Primera Guerra mundial, se aunó a la humillación que padecieron por la venganza consignada en el tratado de Versalles y crearon el monstruo de otra guerra pavorosa que fue catalizada por la grandilocuencia y las pretensiones redentoras de un megalómano como Hitler.

Las poderosas escenas creadas por el director, evitan la melosería reflexiva que condenan la guerra con sentimentalismos audiovisuales. Por el contrario, hace uso de artificios que funcionan bien, como los silencios y los ruidos de relámpagos que anuncian el inicio de la guerra. La película no pretende ser una obra más de un episodio histórico que se encuentra en los anaqueles de una biblioteca, sino un conjunto de emotivas imágenes que permiten las reflexiones más profundas del sentido que tienen estos hechos para el ser humano. ¿Es la guerra parte de la naturaleza humana? ¿Se puede humanizar el horror que produce esta serie de actos tan crueles? ¿Tiene sentido exponer a tanta gente a la muerte para obtener una porción de territorio?

Por encima de todo, el director quiere mostrarnos las vivencias de hombres que han sido llevados allí, a los campos de la muerte donde se libra una guerra, sin saber, tal vez, las causas de ésta. El dolor en el rostro, las laceraciones, la mirada contaminada por los fuegos artificiales que producen los cañones, el paso de los tanques por los suelos mientras los soldados son destripados, son la verdadera guerra. No la de los políticos o generales que planifican en el papel como las estrategias que diseñan llevan a más jóvenes a la muerte.

El 11 de noviembre de este año,  nos recuerda los 93 años de haber terminado la Primera Guerra Mundial, y sigue hundiendo en nuestras mentes el fantasma de una nueva conflagración.

domingo, 14 de agosto de 2022

 

 Esperando a los bárbaros


De Ciro Guerra

 

El director colombiano, nacido en Rio de Oro, Cesar, en una entrevista dice que si la  vé en la cabeza y vale la pena que otros  vean, puede grabarla. Ciro Guerra, con su habitual honestidad cinematográfica se refiere a una obra fílmica que en Colombia ha pasado desapercibida cuyo nombre ya avizora el tema y las implicaciones que con él sugieren los desafueros y los excesos de las fuerzas colonizadoras en territorios ocupados: “Esperando a los bárbaros”, es una de las obras maestras del escritor surafricano J.M. Coetze. Guerra, con estas declaraciones refleja su vocación para el cine, retratando la vida mediante imágenes en movimiento que merecen ser compartidas para que otras personas puedan forjarse ideas diversas sobre el mundo personal de este artista nacional.

La participación de cuatro estrellas del campo cinematográfico actual, crean expectativas más altas para el público mundial sobre esta película. Mark Rylance, carga el peso de la trama al que se suman otros actores renombrados como Johnny Depp y Robert Pattinson. Aquél interpreta a un magistrado de un territorio inhóspito de algún desierto, como esos que alguna vez se apropiaron los imperios europeos, mediante la dominación militar y política de sus habitantes, y con la creación de instituciones autoritarias dedicadas plenamente a reprimir cualquier brote de insurrección. Las decisiones que ha tomado durante su estadía en aquel sitio, siempre tuvieron la intención de administrar la justicia del mejor modo posible, sin el ánimo de vulnerar los rasgos culturales de los pobladores vernáculos mediante la imposición irracional, sino mediante la concertación y con la pretensión de respetar los derechos adquiridos por ellos como primitivos habitantes de un territorio propio. La aparición de un enigmático coronel del imperio interrumpe la armonía implantada por la administración llevada por el magistrado. Sus tácticas basadas en “paciencia y presión”, son aplicadas de modo violento, bajo el pretexto de aplacar una posible rebelión cuyo propósito es el de atacar al imperio. La estampa imperturbable del coronel, sus gafas de sol, la reverencia de sus subalternos, sus métodos sanguinarios, son la muestra palpable de que los blancos colonizadores quisieron imponer su poder no sólo contra los nativos a los que dominaron sino a los rivales imperialistas que se disputaron el continente africano durante los dos siglos pasados. Johnny Depp construye un personaje eficiente con sus objetivos que están fundamentados en rumores de los cuales se desprenden los excesos y las vejaciones; su férrea defensa de los intereses de los colonizadores contrasta con su personalidad huraña. Y a ella se suma un subordinado incondicional, interpretado por Robert Patterson, que cumple con los objetivos del personaje. Si el coronel es un militar policromático, el teniente es un peón de comportamiento predecible.

La presencia de Chris Menges, el icónico director de fotografía inglés que participó en producciones fílmicas como “La misión” de Roland Joffé o “Michael Collins” de Neil Jordan, eleva la calidad de la obra. Su fotografía recuerda los paisajes de David Lean en “Lawrence de Arabia. Las condiciones agrestes del desierto, las rupturas del paisaje con los personajes que se dejan abrazar por el sol, así como la barrera artificial que constituye la fortaleza del imperio, le dan un clima de opresión a este drama.   Ese contexto opresivo tiende a aumentar debido a las torturas que padece la población nómada y el magistrado debido a la falta de confianza del imperio. Esa dicotomía que muestra la poca cohesión de las distintas autoridades se aprecia en la exuberancia de magnanimidad que el magistrado ha venido desplegando durante su regencia, en contraposición a la demostración de violencia que ejercen los militares contra los habitantes del territorio.

Ciro Guerra viene tratando estas temáticas en varias de sus películas. El encuentro entre maneras distintas de asumir una cosmovisión, las distintas perspectivas sobre la autoridad en la que los “vencidos” tienen voz, las sobreposiciones de los hombres frente a las adversidades que el paisaje le impone, el autodescubrimiento de los personajes en su tránsito físico por el mundo que impone su fuerza mediante lo agreste de la naturaleza. Su cinematografía, cada vez más, adquiere un sello de identidad por el cual es reconocido en el mundo entero.

“Esperando por los bárbaros” es una película que nos retrotrae a los peligros del colonialismo geográfico que hoy en día tiene características distintas. Como artista con preocupaciones políticas que atraviesa los flancos de la comprensión cultural por medio de las imágenes que construye, el director colombiano ha forjado una carrera sólida. Sus líos personales no han mellado esa capacidad de autosuperación fílmica que va en ascenso. Ahora, Miramax, ha visto en esta producción ítalo estadounidense al mejor intérprete de las palabras del premio Nobel de literatura, quien además es el responsable del guion.  Su trabajo con actores naturales que tanto éxito le produjo le permitió construir una cinematografía sólida en torno a historias locales que ahondan trascendentales ideas existenciales donde cabe la sustancia humana en toda su dimensión. Con las producciones que de ahora en adelante va a comandar, Ciro Guerra podría convertirse en el director colombiano de proyección globalizada. Más allá de los detalles técnicos, sus películas se abren campo en el cine mundial como un digno representante del arte latinoamericano.

La identidad como director es una buena excusa para mostrar problemas inherentes a la naturaleza humana. Los desafueros del poder en imágenes en movimiento son aplicables a nuestros contextos donde las inequidades políticas caracterizan la sociedad presente.

miércoles, 10 de agosto de 2022

 

Louis



 

Una de las grandes sensibilidades artísticas de la humanidad tuvo una vida llena de flagelos espirituales, que hasta el momento de su muerte lo hirieron con punzadas que dieron origen a obras musicales que, hoy, encontramos exquisitas. Su encuentro con Mozart potenció su mirada más allá de su ciudad natal, aún tan inmersa en las habladurías de pueblo que afortunadamente se fueron difuminando con la impregnación del halo estético que Viena representó para el genio alemán. Ese encuentro, mejor decir, roce, estuvo cargado de simbolismos generadores de inspiración para este artista que creció en medio de las penurias económicas y al cuidado de sus pequeños hermanos mientras su padre se deterioraba entregado a los brazos del alcohol. El ambiente de esa ciudad cultural, inyectaba creatividad en los oídos, aun servibles de quien dedicó su trabajo a componer obras innovadoras. El virtuosismo de Beethoven fue bien ponderado en este cúmulo de edificios centenarios por los cuales también desplegaba talento el gran Haydn. Del primero, se decepcionó por quizá la poca atención que el maestro le puso, mientras tocaba el piano en uno de los múltiples salones vieneses dispuestos para ello y del segundo, recibió algunos elogios, pero le sirvieron para darse cuenta de que el camino hacia la plena realización de sus obsesiones, de sus ansiedades y de las ideas que quiso reflejar en sus creaciones, debía forjárlo por sí mismo.

Con “Louis”, la televisión alemana, muestra en esta película tres estadios vitales de su atormentada existencia. En el primero, vemos a un niño acucioso frente a las órdenes impartidas por su padre que, entregado a la bebida, se desentiende de su familia. Tal vez la venida a menos de su capital económico haya forjado ese carácter incrédulo y a veces violento que desató ante sus hijos en muchas ocasiones. El director Niki Stein forja una imagen candorosa del niño Beethoven, siempre protector de su familia, atento a los pequeños detalles que hicieron de él un perfeccionista de la vida que reflejó en sus composiciones musicales.  Colin Pütz le da forma interpretativa a este niño genio que se asoma traslúcido, siempre atento a lo que el mundo le presenta para que lo tome como la más trascendental de sus experiencias. Asimismo, el adolescente Beethoven, entregado aún a las obligaciones familiares está en un tremendismo de experiencias nuevas que lo acerquen al encuentro con ese dón del cual no es tan consciente porque vive para la música. Nada en él es desconcentración salida de su ambición que la realidad le pone por delante. Su grandeza es la grandeza de los grandes genios que hablan por toda la humanidad, por eso su imperativo es el arte. Anselm Bresgott cumple con los dictámenes del personaje y caracteriza a un hombre lleno de dudas, pero también de grandes certezas que la música le brinda. De ese periodo de la vida de Ludwig, surgen esos maravillosos encuentros que finalmente se deslucen ante las expectativas generadas en el músico. Finalmente, el gran actor Tobías Moretti representa al Beethoven desabrido para las relaciones, un artista con tantas certezas como búsquedas, detrás de una obra de arte total que pudiera canalizar la energía de su corazón, que pudiera sintetizar el espíritu del mundo según la senda filosófica hegeliana. De sus desmedros físicos se ha hablado bastante, pero de su meticulosidad que a veces rayaban en la obsesión, no se ha dicho que los embelecos en los cuales se enfrascaba tan sólo obedecían al profundo amor por su gran pasión: la música.

Ese romanticismo de “Louis” alzaba su mano sobre una ambientación revolucionaria que dibujaba vientos de cambio como quizás ninguna época avecinaba sobre la tierra. Esos vientos de cambio que sepultaban de una vez y para siempre el Antiguo Régimen, se metieron en el alma de un genio para volverlos sinfonías o grandes conciertos.

El director, es cuidadoso con sus intenciones. Quiere poner distancia con las películas previas sobre el músico alemán. Este drama más humano, más cercano al hombre sintiente, que entregó su vida al arte, también navegó en el mar de las penurias existenciales de los hombres. Sus relaciones afectivas condicionaron sus actuaciones, pero también insuflaron el aire de la inspiración para componer. También se refleja esta intención, en los quiebre de carácter, en el temperamento y en sus actitudes que forjaron un carácter fuerte para muchos de sus contemporáneos. Las pequeñas vivencias, eso sí, están mostradas en funcionalidad del trabajo musical. De sus problemas económicos también mucho se ha hablado, pero el tiempo y la dedicación a la música siempre estuvieron subordinados a su creación. Hay un claro énfasis, en la denostación a las relaciones amorosas que deambularon cerca del músico, no obstante, el director, resalta lo distraído de su atención al respecto. Quizás consciente o no, Beethoven haya relegado un amor duradero a un segundo plano por entregarse a la composición.

“Beethoven” es una película hecha para televisión. No por eso no tiene la calidad estética que demandan las obras fílmicas. Los saltos temporales, son un buen modo de abarcar varios periodos de la vida del músico. Tal vez, puedan suscitarse confusiones que se trasladan al espectador por el empleo de ese recurso. No obstante, la obra logra empalmar un biopic serio, que se centra en el hombre cotidiano, detrás de ese maravilloso genio que aún nos deleita con su hermosa música.  En esos 250 años de su natalicio, parece una película que vale la pena ver y analizar en toda su complejidad.

sábado, 4 de junio de 2022

 

 

Regálame tu alma, yo te doy mi vida

 


De Bille August

 

Quedan pocos directores clásicos en el campo cinematográfico actual. Con “Pelle el conquistador” ya Bille August se había ganado el reconocimiento mundial por la gran cantidad de premios que cosechó. Pero su clasicismo audiovisual plasmado en este filme y en los otros ha sido potenciado por temas que profundizan en la complejidad del alma humana, sin pretensiones filosóficas ostentosas, sino más bien como una apuesta por revitalizar la reflexión como un componente orgánico, por lo tanto, fundamental en la vida del hombre. Sus personajes clásicos, también, no son máquinas rígidas ni estereotipos encorsetados por los estigmas sociales sino hombres y mujeres contradictorios, llenos de temores por un futuro incierto, sabedores de la finitud de sus vidas, pero dispuestos al atrevimiento de probar experiencias que jalonan sus vidas hacia lo desconocido. Esa dualidad entre la estabilidad de lo construido y las circunstancias venideras, pone a los personajes en diatribas que el “destino” va tejiendo a su modo, en donde todo se va hilvanando de modo, a veces impredecible. Ese juego de fuerzas, pone en movimiento la existencia de los vivos en busca del futuro sin perder de vista el pasado. La tradición de lo que ha sido condiciona los momentos por venir, pero no alcanza a determinarlos porque siempre hay un camino de salida, siempre hay opciones por las cuales se puede acceder a la independencia que conduce a la libertad.

“El pacto”, luego de “Pedro el afortunado”, inspecciona el ascenso social de un hombre que se abre paso en el campo literario, en donde ya existen figuras consolidadas. Una de ellas es la escritora danesa, Karen Blixen, la misma que plasmó sus experiencias de safari en “Memorias de África”. En ese momento ella era una celebridad que se convirtió en la más sólida aspirante a obtener el Premio Nobel de Literatura y que apadrinó a un joven poeta de 29 años de nombre Thorkild Bjørnvig con el fin de moldearlo a su medida, como un modesto traje que podría remodelarse hasta lograr con él el más despampanante de todos. Este muchacho tiene una vida organizada, tiene esposa y tiene un hijo y con ello tiene también estabilidad emocional, pero la baronesa Blixen juzga que eso no es suficiente. Lo busca, se vuelve su mecenas, le da consejos poco sui generis, le abre la mente con el fin de que despliegue su talento creador para que viva la vida con otras expectativas. El pacto que realiza con él es un pacto de sangre sin comprometer en ello el tiempo, ni los parámetros sociales. Nada. Para que un artista pueda volar necesita romper con todo lo existente, de tal modo que su vida sea su literatura.

En esta película se escuchan ecos de Goethe; se observan los destellos de Thomas Mann con su “Muerte en Venecia”. Del primero discurren las palabras de Mefistófeles a su amedrentado Fausto a través de versos repletos de sabiduría filosófica. Del segundo, se repiten las eternas imágenes del artista que quiere lograr la perfección en su obra. La belleza es un estado de intolerante aislamiento en donde los creadores trabajan y viven solos dispuestos a defender su autonomía con su propia vida. La muerte es el fin último de los estados de éxtasis que experimenta un poeta. Por eso, es imposible postergar el tiempo, el amor y los afectos; en general éstos son emociones de una noche o de un día en aras de obtener la inmortalidad. Lo sublime debe convertirse en el supremo bien al que deben aspirar los elegidos. Es necesario alejarse de la gente prosaica. El poeta no es un hombre común sino un emisario de la divinidad, una figura impoluta que bebe del agua de la mortalidad para ser inmortal.

Y Thorkild tiene todo el potencial para ser un gran poeta. Los planos en los cuales se ven a ambos escritores, muestran la contrastación de aspiraciones. El candor de su mirada es la contraparte de una mirada fuerte de aquella baronesa que se conmueve hasta las lágrimas con los versos de Goethe. Bille August compone un maravilloso relato de esas dos personalidades opuestas, pero tan cercanas en sensibilidad. La esposa del poeta entiende claramente que su marido es un ser excepcional, al cual jamás alcanzará espiritualmente. Sin embargo, ella es su soporte, ella quiere dejarlo libre para que  se encuentre con su talento.

El estilo de vida tradicional, en el que la familia nuclear ocupa el centro de los acuerdos sociales, no funciona para alguien que quiere desplegar sus sentidos y su mente más allá de lo corriente. Eso lo entendió Karen Blixen de modo tradicional también. Quiso moldear a un nuevo Rimbaud con el mármol de un hombre que ya tenía una vida hecha. El amorío de Thorkild se volvió un amor permanente que Karen Blixen consideró un error. Un poeta no puede venderle el alma al diablo de los apegos. La libertad es una libertad por y para la creación.

 Con “El pacto”, el cine clásico confirma la idea de que ahora, ser clásico es la apuesta más revolucionaria de todas. La imagen va cambiando con el paso de los adelantos estéticos y técnicos, pero los temas simplemente varían. Presentarlos de ese modo, del modo clásico, devuelve la tranquilidad para la contemplación y para el análisis. La puesta en escena impecable que nos regala esta hermosa, desgarradora y siempre inquietante reflexión hecha película sugiere que el cine sigue siendo un arte estremecedor.